Aprendiendo a novelar
Quien crea que una novela se construye por inspiración es que no conoce el arte de narrar. Al decir verdad, lo supe aquella vez que asistí por primera vez al taller del profesor X (lo llamaremos así). Había batallado un año en elaborar una historia para tirar todo por la borda al final. La desazón fue la que me llevó hacia aquel taller de una esquina de Porta en Miraflores.
Al decir de quienes leyeron mi novela trunca, mi narración era lineal, sus personajes carecían de vida. No había un antagonismo claro ni un climax que llamara a su lectura. Llegué a considerarla una “antinovela”. “Poco clima y mucho ruido”, decía mi padre antes de morir. Al decir verdad, fue en honor a él que detuve la edición y decidí embarcarme en un proceso de aprendizaje, porque somos aprendices perpetuos y lo somos más en el arte de la palabra, por no decir en el arte de la vida.
“No te puedes arriesgar lanzando una novela a las imprentas si es que no tienes una historia redonda, que solo puede ser fruto del conocimiento que te dan otras novelas, las películas clásicas, la observación de las personas, la mirada a la vida misma y, desde luego las técnicas narrativas ”, me dijo el profesor X, casi entonando la voz como mi padre y alcánzadome “Confesiones de un joven novelista” de Umberto Eco. Este libro sería mi evangelio de aprendiz.
Todo lo que podrá leer en este blog es sobre ese aprendizaje infinito, que continúa, que no se detiene, que se nutre de la humildad y el hambre. “Sin voracidad no hay aprendizaje”.
Quizás de lo que se trata es de aprender juntos de ese taller y de ese mundo por explorar, para elaborar la historia que siempre quisimos escribir.