Contrafácticos
Corre 1907 y el joven no está dispuesto a ingresar a la administración pública de Habsburgo conforme a los deseos de su padre. Su vocación es el arte y en el arte reside su talento. Muerto el progenitor, la madre (ya enferma de cáncer al seno) accede a que su adorado Adi postule a la Academia de Artes de Viena.
El muchacho ensaya diversas pinturas de edificios públicos y paisajes. Vive fascinado con la arquitectura vienesa. Un observador atento sabría apreciar la gracia de su habilidad.
Adi está entusiasmado y prepara una carpeta llena de dibujos. Eran 113 los candidatos y él se cree capaz de alcanzar las alturas. Uno de los contendientes más peligrosos para su aspiración es Oskar Kokoschka. En una primera rueda 33 son eliminados. Adi pasa la prueba. En octubre siguen dos exámenes más y el joven austriaco pasa el trance.
Incrementadas las plazas en la Academia de Arte, el jurado de aquel entonces determina que Adi o más precisamente Adolph Hitler está apto para seguir los pasos de Van Gogh y Rembrandt y, en efecto, los sigue. Estudia, aprende de los clásicos y finalmente expone en Viena, tornándose en un maestro del pincel.
Sus cuadros adquieren valor y logra una plaza como profesor en la Academia de Artes que años atrás lo admitió. Su fama crece desde 1914 y 15 y en 1930 logra el caro sueño de la exposición parisina. En París vive, se casa, envejece. En 1940 el mundo respira en paz. Alemania se ha recuperado de la crisis económica gracias a la política de industrialización impulsada por el gobernante Partido Liberal Nacional y el artista torna sus pasos a Berlin. Elías Wasselman, empresario judío, lo contrata para dirigir una bienal de arte itinerante, una gira que lo llevará a Milán y Madrid. Adolph murió en 1980, legando a la humanidad su valiosa obra pictórica.
Esta alucinada narración pudo ser real si no fuera porque en una de las encrucijadas del camino un jurado de la Academia de Artes de Viena decidió que el postulante Adolph Hitler era un “inepto” para la pintura, cosa que, por cierto, no era tal como aquella vez juzgó. Sino observe aquí: http://pijamasurf.com/2013/01/las-pinturas-del-joven-hitler-hizo-bien-la-academia-de-viena-al-considerarlo-un-inepto/
En la vida real, fáctica, Oskar Kokoschka* ingresó y alcanzó la inmortalidad, pero Adolph Hitler no pasó de la segunda rueda y , por tanto, no logró su propósito de ingresar a la Academia de Arte de Viena y de seguir la carrera de la creación.
El problema de Hitler es que tenía el talento para el paisaje, pero no sabía representar figuras humanas. En “Mi lucha” escribió: “Estaba convencido que aprobar sería un juego de niños… Estaba tan convencido que cuando recibí la nota de suspensión fue como si cayera sobre mí un rayo del cielo”.
La historia es fáctica y está exonerada de conjeturas y lo único que queda (sin remisión) es el hecho cierto que Hitler fue rechazado dos veces por la Academia de Arte, con lo que su destino se definió como los libros finalmente nos cuentan. Abrazó las armas, se hizo a la primera guerra, reescribió el ideario antisemita, escaló al poder y destruyó la vida de millones de judíos, pero también de franceses, ingleses y, desde luego, alemanes en aquella espiral de odio y locura que fue la Segunda Guerra.
La Historia es magisterio y posibilidad. Así que cuando tapen la entrada a un joven, piensen en los años 1907 y 1908 y más precisamente en un joven aspirante llamado Adolph Hitler.
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* Más de Kokoschka en: http://www.20minutos.es/noticia/1905540/0/oscar/kokoschka/exposicion-roterdam/