El periodismo, Hearst y Kane
Para el gran público el Cine fue el que engendró a William Randolph Hearst, a través de su alter ego en la pantalla: el Ciudadano Kane (Orson Welles).
Hearst fue el gran impulsor de la prensa amarilla en los Estados Unidos. Nunca se propuso seguir la línea de una prensa veraz; lo suyo era generar sensaciones para vender. El objeto del periodismo es informar con veracidad (independientemente del impacto que se pueda generar), pero Hearst no buscó la verdad de los hechos sino las emociones que los hechos supuestos o reales podrían provocar en un público ávido de novedad más que de verdad.
Mientras que la noticia es, en todo su rigor, el hecho informado; la novedad es el hecho nuevo, real o ficcionado que aspira a ser creible. Lo creible no siempre es lo veraz. “Yo hago las noticias” decía y, con certeza, las hacía.
Hearst intuía que el lector buscaba la novedad más que la noticia, el entretenimiento más que la densidad, la narrativa antes que lo real. El consumidor de contenidos invoca al misterio y la sorpresa. Pero para completar el cuadro Hearst creía en la agudeza del columnismo y en la fuerza de la crítica editorial. Otro de los ganchos que el magnate descubrió fue el de la síntesis de la llamada “chismografía”. Creó la sección de chismes y añadió el humor para aligerar la carga de la lectura, acompañó el contenido periodístico con viñetas satíricas. Al periodismo de Hearst lo llamaron “amarillismo” por uno de sus personajes: “el niño amarillo”. Con el populismo de la tinta, logró sumar lectores.
Pero Hearst fue lejos, a él se deben algunas innovaciones en la prensa, como las revistas especializadas. Concibió la revista “Motor” y fundó“Cosmopolitan”, solo para impulsar la carrera de su amante, la corista Marion Davies. Inventó los documentales cinematográficos, fue el promotor de los cartoons y unió la maldad con el genio.
Para multiplicar sus ventas instigó al gobierno de Estados Unidos para invadir Cuba. Esta se independizó. Para concordar con su campaña, el magnate denostaba de los mexicanos. Odió a Pancho Villa y a Emiliano Zapata y no ahorró adjetivos contra ellos. Era un político y como tal tentó fortuna. Sin embargo, no llegó a la Casa Blanca, fue miembro de la Cámara de Representantes entre 1903 y 1907. Su vocación se frustró cuando pretendió ser Alcalde de Nueva York y gobernador. Colocó alfiles en el Senado y hasta impulsó la candidatura de Teodoro Roosevelt.
Muchas de las excentricidades de Hearst fueron hábilmente retratadas por Orson Welles en el Ciudadano Kane. Lo más saltante que podemos apreciar en la pantalla es su descomunal apetito por poseer. Adquirió no solo grandes obras de arte que nunca desempacó sino también palacios y monasterios.
En su solitaria agonía, el personaje del Cine pronunció la palabra “Rosebud”. Más que el rótulo evocativo de un trineo en medio de la nieve, dicen que “Rosebud” representaba para Hearst no más que la parte íntima de Marion. Tal es la diferencia sutil entre el personaje ficticio que deslumbra y espanta con aquel hombre real erigido desde las miserias de su propia humanidad.