Fiestas patrias e instrucciones para servir
Hoy 28 de julio muchos peruanos se preguntarán si están a la altura de Grau* o si perfilarán su efigie entre los héroes de nuestra peruanidad. Grau dejaba una familia pendiente de él, una carrera política en ascenso (Teodoro Hampe menciona en su nuevo libro los rumores de sus posibilidades presidenciales en 1880) y las proyecciones de una edad relativamente temprana.
Un gran número de hijos, un amor sólido, una esperanza múltiple y la vida entera, eso tenía Grau cuando optó por la patria y encomendó su alma a Dios ante el padre Gual en Los Descalzos. Sí, allí acudió a orar y a confesarse antes de zarpar desde el Callao a la inmortalidad en las aguas de Angamos. Si vale la empatía, ubíquese en su lugar y calcule el costo en usted del supremo desprendimiento de nuestro héroe.
Se interrogará ahora si es que usted pudo ser Grau mientras, escéptico, observa a su hijo retozar y las múltiples sendas que se bifurcan de una vida que es siempre y a la vez esperanza. Amor y pérdida insuperable la del marino, como ve. Pero seamos más precisos y tornemos a su pregunta ¿Y cómo puedo yo servir al Perú?
No tiene que inmolarse, sus fórmulas son otras. Para empezar (y al margen de sus yerros) comulgue con la honestidad y la sensatez. Lea, aprenda, trabaje, ame, observe, aplique, sea eficiente y puntual, sea leal, comprométase, rómpase el lomo, atienda a la misión, pacte con la piedad, escriba mejor, piense mejor, afine la razón, produzca mejor, elabore, sume, una, añada, limpie y por cierto o más que cierto, sea cordial, agradecido y veraz. El heroísmo no solo tiene por sello el majestuoso desprendimiento, también las pequeñas, aunque descomunales, cesiones cotidianas.
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* El 27 de julio se celebraron los 180 años de su nacimiento