Diálogos en el purgatorio 1
Imagine una dimensión en la que los grandes se encuentran, Buda con Unamuno, Epicuro con Borges, Hegel con Schopenhauer….Esta nueva sección que publicaremos una vez a la semana los invita a proyectar en su mente aquello de lo que tales figuras hubieran conversado o acaso de lo que se hubieran reprochado con resentimiento, cuando no con insolencia…
Neruda y Horacio Quiroga
Pablo Neruda juguetea con un alfiler mientras observa las concavidades y los abismos infinitos con la misma alegría del niño que se maravilla con el espolón de un barco viejo o con las caracolas que lo acompañan por infinidad de mares. Una mujer le lee una oda extrañísima, rudimentaria, casi imperdonable, a la cebolla, a la manzana verde, al océano y sus barcas. Porque el poeta le cantó a lo más sencillo y elemental. Horacio Quiroga, escritor uruguayo dado a la tragedia se eriza frente a él.
Horacio Quiroga: Juega usted con las palabras y las cosas. Me sacudo frente a su alegría, poeta silvestre y amador.
Pablo Neruda: Fui lo que fui de buena gana, un ser omnívoro. Viví, a contrapelo de usted, la vida que me prometía.
HQ: No me culpe. Fui testigo de cómo moría mi padre de un disparo accidental con su propia escopeta. Mi madre me dejó caer tras el estampido y me golpeé contra las tablas del muelle. Más adelante, mi padrastro sufrió un derrame cerebral que lo paralizó y que le impidió hablar por lo que se suicidó disparándose en la frente con una pistola. Mi mujer se suicidó con veneno en 1915 luego de una fiera batalla de palabras. Nunca me lo perdoné, poeta.
Cuando empecé a experimentar los crueles tormentos de la enfermedad en medio de la selva mi mujer de entonces me abandonó con mis hijos. Pero eso no fue todo, después de mi muerte, mi gran amigo Leopoldo Lugones se bebió del Whisky con cianuro que preparó para deshacerse de sus azares. Mi adorada Alfonsina Storni le siguió el camino tras saber que agonizaba. Sólo caminó debajo de las olas. Apurar las cosas, de eso se trata, Neruda. Y lo más hondo, el dolor infinito, inmensurable, insoportable, el suicidio de Eglé y Dario, mis hijos durante este extraño tránsito entre sombras.
Mi obra es la concepción de mi vida inmisericorde. Al final, enfermo y malherido, bebí como Sócrates de la cicuta.
PN: Vida de selvas, pero vida trágica y cargadas de cuentos apresurados, nunca perfectos. Sus obras reflejaron el estilo de su vida: la naturaleza como enemiga del hombre y el ser humano un monstruo de horrores y fatalidades. Usted fue el Poe de las letras latinas y todo se entiende. Su biografía, Quiroga, definió su obra y mis ricas venturas definieron la mía..
Mis versos fueron sencillos y sin cargamentos, pero fui honrado con la buena fortuna. Gocé, celebré a las sillas, a las tijeras, al olor entrañable de las peluquerías, a los senos magníficos, a los puertos en el alba, todo en mi vida fue poesía. No fui Maldoror ni maldolor como los poetas tristes. Usted, Quiroga, estuvo signado por las páginas más oscuras.
HQ: ¿Me lo reprocha?
PN: Fui un gozador de la buena mesa y me hice al presente. Tantas y tantas cosas que contar desde mi viaje primigenio a Birmania y mi vida exagerada, viejo afán de coleccionista de cosas.
HQ: Suerte la suya más que elección. El mío fue el designio de un Dios que desconozco o al que pretendí conocer por la vía de una vida peligrosa. Pero, fue la vida, el sino, la marca de una existencia y no más, nunca mi opción. Ninguna participación tuve en la trágica muerte de mis hermanas Pastora y Prudencia por la tifoidea en 1901 o en la muerte accidental de mi entrañado amigo Francisco Ferrando mientras yo el narrador de tragedias limpiaba y revisaba el revolver con el que él se batiría a duelo con Papini Zas. Destino.
PN: ¿Qué vaga línea de fortunas o infortunios nos diferenció? Mi tragedia fue la de otro, la de Allende muerto en La Moneda y la llegada vil del tirano. Una tragedia tardía entre los circunloquios de mi agonía. ¿De qué puedo culparlo Quiroga sino apenas de sus imperfecciones literarias y en este círculo del purgatorio apenas cargan sus lastres los que no aprovecharon la vida y los que la aprovecharon en demasía?
Quiroga musita y da la vuelta en redondo. Distingue una figura vaporosa al final de un pasadizo y se dirige hacia aquel punto, creyendo que detrás de todo, su familia lo aguarda, hijos ardientes de una visión apenas que se difumina desgarradoramente a la distancia.