El oficio serio de escribir
Escribir artículos es peligroso, como lo es escribir poemas. En la narración el autor no existe, solo el narrador que habita la ficción y que pertenece a ella. No es, como se cree, una gran mentira, sino un mundo creado y alterno al que nos contiene. Sin embargo, cualquier responsabilidad solo atañe a los que narran y a los personajes que ajustan y desbarajustan la historia. Quien escribe novelas tiene el privilegio de la inmunidad.
Otro es el caso del poeta, que expresa para mal o bien, su verdad más íntima a través de las metáforas. Estas sirven para socavar el aparentemente infranqueable muro de las palabras. La verdad en la poesía es, así, más honda y personal, tanto o más que las confesiones y los arrebatos de honestidad.
En un poema el sentimiento manda y pronuncia, el alma se expresa sin artilugios ni simulacros. En un artículo la verdad se expone y nos expone porque el lector sabe de antemano que la honestidad es una presunción y un imperativo. El poema puede deberse a una percepción errónea de la realidad y el poeta queda impune, pero en un artículo el error es pocas veces perdonable.
Quien escribe un artículo tiene la obligación ineludible de la verdad a toda voz. No hay un buen articulista si media el miedo o el sesgo. El artículo me compromete y me interpela. En un impreso soy presa de su existencia, en la web puedo retocarlo, forzarlo, estirarlo o deshacerlo porque la verdad asomó con luz divergente. Work in process, reelaboración en el camino, revisión de las verdades cantadas.
El articulista se puede equivocar, pero si redención tiene es por su honestidad. Soy de los que creen en la verdad por sobre todo (por eso poetizo y no narro) y que la verdad no nos salva del error. Yerra el sincero, el mentiroso nunca se equivoca.