Navidad: una historia
Es una historia real como las que habitan la imaginación de los poetas. Excusen la paradoja, pero lo real y lo imaginario se funden, a veces.
Él la espera todos los jueves a la misma hora. Habían tramado la cita para aquel día a las seis. Frente a la majestad del mar él la aguardaba como quien aguarda la única ocasión de amor que su alma contiene. No amará igual. Son las siete y ella no llega. Las ocho tiende su manto sobre las olas, el horizonte se diluye en la distancia tachonado de estrellas.
Esto ocurrió hace cinco años. Él la espera todavía sin mengua en los ojos. Aún en la extensión de las horas, en el mismo lugar, como un alucinado, la espera.
Hoy es navidad, es jueves, ella no vendrá. Vive su vida a extramuros del universo, en otra ciudad. Se casó, viste de gala y de olvido. Él no lo sabe, pero en el fondo lo intuye e igual la espera.
Yo lo contemplo, sigilosamente, desde lejos, me hundo en la vastedad de su interior turbado, me hago uno con él y con su sombra. Sé que él canta cada día, como un murmullo, ensimismado y lánguido sobre aquella mesa en que….aún la espera:
Tenía en mente una frágil gacela
con ojos de lumbre y color de papel.
Está llorando,
no la ve venir.
Son las diez.
Quiere ser la polvareda traslucida,
la noche sucedida,
la aurora que declina,
la agonía.
Ser la piedra que se erige
y luego se destruye
o el abismo
que es eterno y vano.
Ser un ojo
devorado por un mito,
una lengua muerta,
un cóncavo cuerpo corrompido,
un perfume vertido al viento,
una palabra.
Abre los ojos
a la hora que se cubren los espejos.
Ella no volverá.
Cree que Ulises arribará del sueño.
Se tiene por un árbol hendido por los siglos.
Así morirá,
y el tiempo se olvidará de su obra.