La angustia
“Jean Vallert recibe una carta, ve el sobre blanco de contornos azules, teme abrirlo porque es importante lo que contiene y da vueltas y vueltas sobre sí mismo, boquea el humo de su cigarro, las manos le tiemblan. Tiene las piernas trémulas como para dar más de cinco pasos sin desmoronarse.
El remitente indica que es de ella. Por meses trató de obtener una respuesta, una sola. Aguardó la carta que no llegó. Miró el Sena envejecer y sintió lo que es gritarle a todo pulmón a un muro sin oídos, sin ojos.
Ahora era distinto, una carta había llegado desde el puerto. Jean deambula con el sobre cerrado por las calles de París, pues la respuesta puede hundirlo, abrirle el pecho como una fruta. Es la carta de Marianne desde Burdeos y luce en su exterior las bellas grafías de su nombre y el sello característico de rojo carmín y fuego. Del sobre nace la inquietud, la zozobra, el corazón baila sobre su pecho, se vuelca sobre él como una ola ¿Y si es una mala respuesta? ¿Y si ella le dice que no lo verá más? ¿Qué no quiere saber más de él?, se pregunta.
Observa el sobre tratando de distinguir a trasluz una sola palabra, la que difumine sus temores, lo toma, lo saca a pasear, da vueltas sin abrirlo, camina por Alambert, por Marat. Se promete abrirlo en cuanto se dé fuerza y pueda caer sobre su propio peso….
Ella le dirá, probablemente que es mejor la lejanía, que se casó, que no le escriba más y él morirá de pena, lo abatirán las letras y los desgarros sucesivos harán presa de él como las zarpas de un tigre bengalí. Y el sobre blanco con todo su misterio, en su bolsillo sin abrir, aguardará la hora precisa del mediodia. Una buena hora para morir, la mejor de todas, cuando el sol rige sobre el mundo con todo su esplendor”
(El valle de los días perdidos. STL)
PS: En realidad el texto que publiqué hace unas horas lo inventé, es mío, al igual que el título. No es más que una broma literaria.