El club de los poetas muertos (sobre mi nueva novela)
Existe un reducto donde comulgo con Eliot, al que nadie entiende. Borges refuta al tiempo, pero se esfuma con él. Una sala acogedora donde hablo con mis muertos y les sirvo con recitales ensimismados. Es un club a solas, donde Vallejo aún anega sus ojos por el apanado a la peruana. Rilke me persuade, Pessoa me vuelve a la humildad.
Entre esos estantes y el polvo celebro la vida con Neruda y la lloro con Gabriela Mistral. Lorca se empecina en tornarme al lirismo y Machado me susurra una alegre canción.
Recito a solas, mientras creo que aún la poesía importa y, por tanto, la vida importa y la belleza importa y la mujer alada importa e importa el Jazz que acompaña a las letras. No importa, yo recito a solas, porque sé que ni la más agitada convocatoria llevara un alma a mi cubil o acaso a un parque o una cueva.
En el club de los poetas muertos, soy yo, por ahora, el único vivo, el que los conecta con la vida y los respira por la voz. Llamaré a una voz ronca que se encargue de los versos de Maldoror o a una más grave que, despacito y con los ojos bien abiertos tome por genio a Rimbaud. Algún malévolo infeliz preferirá a Baudelaire, proscrito de mi biblioteca donde Sor Juana lo habita todo.
Vamos a un parque, a recitar sobre la hierba. Que cada cual se encargue de un poema, que ame la poesía, que la enaltezca y la torne en estallido en la garganta ¿Quién se apunta?
Nadie. De eso trata la novela que tengo en edición, de la poesía como pariente pobre, pariente sucio, cochambre, sobra. El protagonista lanza sus versos al aire, nadie lo oye, ni la dama elegida (que es solo una referencia arbitraria de la ficción), ni la sociedad de los escritores ni los críticos. La vida es sorda a la poesía y lo es más con los poetas. La de mi protagonista es la soledad de los poetas y suya es la muerte de la poesía.
Quizás solo por esa razón (no por más) escribí esta novela que titula “Los genios del mal”, una novela dedicada a un poeta y, a través de él, a todos los poetas, a los que habito y me habitan, a los que pueblan la memoria en mis libros.