El misterio de la vida
La seguridad solo habita en mis libros, ellos están allí, inalterables, pétreos. Son mis amigos, los muertos o, más precisamente, las letras de mis muertos. Toda la vida habita en mi biblioteca, pero no toda la sabiduría.
Ninguna de esas innumerables páginas que alcancé y que me alcanzaron me enseñaron sobre lo esencial, que solo se aprehende (así con una H en medio) viviendo:
1. A no aguardar de personas ni de circunstancias.
2. A dejarse llevar por el viento como destino.
3. A vivir solo aquí y solo ahora, no hay más.
4. A gozar de lo que aparece con intenso afán, como de la suprema liberalidad de Dios.
5. A apreciar el vasto episodio como del sencillo espectáculo de una hoja.
6. A vivir sin apego, que la esperanza es incierta y todo desierto nos acecha al voltear la esquina.
7. A ser auténtico y libre, o sea yo.
8. A ser sincero como leal oficio.
9. A maravillarme y persistir en la curiosidad sana o malsana.
10. A ser loco y ser niño, pero más de lo primero. En la locura reside toda la sabiduría.
Ergo y ante tan sencillo como descomunal decálogo (perdonen la parádoja): a ser sencillamente un poeta.