Ser escritor
Ser escritor no es un capricho o una afición, es un sueño. La amante perfecta, la que vuelca toda su pasión y desmesura es la pluma. Pero ser escritor tiene una significación amplia.
Soy escritor cuando trazo líneas en el periódico (donde trabajo). Escritor es un término amplio, cuyos alcances superan al de redactor. Escribe quien crea y analiza. Redacta quien transcribe o informa. Soy escritor cuando poetizo y lo soy en potencia cuando me inspiro sin pluma en la mano, cuando el esplendor de un paisaje, un alma o una figura me llaman a la letra aún sin llegar a las grafías.
Soy escritor cuando elaboro historias (y ya se viene una novela) y amplío la extensión de mi propia existencia a través de la invención de un mundo paralelo.
Pero para ser escritor, y lo digo sin autoridad alguna ni piso ganado, hay que tener las siguientes condiciones:
1. No estar satisfecho con la vida real
2. Ser tan crédulo al punto de creerse sus propias historias.
3. Saber usar como referente la realidad en pedazos, construir una biografía en tramos, desordenada, como un sueño en retazos.
4. Vivir permanentemente inspirado.
5. Haber leído tanto y haber sabido despercudirse de todas esas lecturas para adquirir la propia voz.
6. Tener fe en las letras y en la belleza. Vade retro aquellos que creen que la literatura tiene que ser un espejo de la Historia, de algún conflicto histórico interno o de un relato de la realidad. La literatura solo se debe a la belleza, homenajearla como lo hizo Darío revolucionando la poesía o como lo hizo Martín Adán en “La casa de cartón”.
7. Saber llegar al corazón de la gente, porque la literatura genuinamente “revolucionaria” ha de cambiar al individuo, su conciencia moral, sus perspectivas.
8. Hay que haber vivido. Sin la experiencia de los extremos de la pasión, de las grandes circunstancias y de las grandes relaciones, el escritor termina sometido a una estructura de letras, se deja avasallar por el lenguaje. La literatura es alma antes que letra.