Diccionario para no tomarselo tan en serio
No se crea que en la semántica del amor todo cabe. Algunos opinantes asumen que el matrimonio es una entidad independiente del amor, de la pasión y del deseo y que, en definitiva, todos son sustantivamente independientes entre sí.
Revisemos sus términos:
Matrimonio: Contrato basado en la institucionalización del deseo profundo de apropiación del otro. Tiene visos de arraigo y de reproducción. Puede acompañarse inicialmente por alguna dosis de amor, lo que no es indispensable si la amistad, la tolerancia y la comprensión le sirven de colchón. Sin ellos, el diluvio, o más precisamente, la sequía habrá de llegar. Puede el amor transformarse en un símil de la misma sustancia aunque de otro sabor. A la magia ha de seguir el cuidado y al embobamiento la hermandad. Esta institución, mal avenida por las estadísticas y, precisamente, por tal, es la primera causa del divorcio. La escasa minoría que sobrevive bien (y bien no es sobrevivir) son la excepción que hace el milagro…perdón, la regla.
Amor: Sublime primavera a la que sigue ineluctablemente el otoño, al que probablemente y por suerte siga otra primavera y así sucesivamente. Es eterno como una temporada de playa. Su carácter principal es la temporalidad y el anonadamiento. Se parece a la plenitud como el espejismo se parece al oasis, pero ¡Bien! mientras dure…
Pasión: Se suele confundir con el amor, pero es peor, una ilusión desmesurada que termina en relámpagos y cuyo corte involuntario produce derrame biliar. La obsesión es su sino y su síntoma principal es la pérdida abrupta de la visión. Una de sus consecuencias es el clásico papelón que solo se descubre a los ojos cuando se despeja el horizonte. Nada peor que un vivir “sin darse cuenta”. Aleluya mientras dure, que poco dura, pero es la señal de que vives.
Deseo: Resorte natural del día a día que con el amor deviene en tierno encuentro, pero que con la pasión desborda peligrosamente. Su combustible es la variación. Visto así, a secas (aunque lo seco le sea por oposición) es el aceite que le da movimiento a la mecánica de goce . Es una lumbre sin fin. Algunos dicen que es tan sencillo como engullirse un cake (sin culpas,pero con estilo) y otros que es una de las bellas artes. Su connotación no es moral sino estética. No peca el que se deleita con un cake dicen esos señores “algunos”. Como sea le basta el buen gusto y la intensidad.
Los cuatro se pueden cruzar para tocarse, verse y seguir o pueden deambular a solas sin encontrarse jamás. Para unos el primero y el segundo son la fusión ideal, que sin el tercero y el cuarto pueden naufragar. Todo lo que quiera usted y lo que aquellos opinantes determinen decir (yo me reservo mi opinión), salvo mejor parecer.