Orgulloso de ser crema
Vi los penales en la redacción, abrazado con unos amigos tan cremas como yo. Aunque la euforia desatada por el atajadón de Llontop pronto se transformó en un silencio profundo y doloroso -roto por algunas maldiciones que se fueron perdiendo entre murmullos-, ninguno se sintió avasallado por la tristeza; por el contrario, una sensación de orgullo se apoderó de nosotros. Morimos con las botas puestas, dando todo, mostrando lo que somos: un equipo guerrero, corajudo, peleador. Fuimos garra en su máxima expresión.
Confieso que odio la cultura del casi, esa que señala que “casi fuimos campeones de la Libertadores”, “casi clasificamos al Mundial”, “casi eliminamos a Chile”, etc. Pero lo ocurrido en el Morumbí fue distinto: vimos a un equipo austero, rústico, sin estrellas, que a partir de la conciencia de sus limitaciones se plantó sin complejos ante el tricampeón de América. Jugando siempre al filo, reventándola cuando fuera necesario, Universitario aburrió al Sao Paulo hasta la desesperación y sabedor que no tenía mucho que ofrecer adelante, logró el objetivo de mantener el cero hasta el pitazo final para jugársela por entero desde los once metros.
No voy a criticar a Piero, al Negro o al Chino por los penales errados. Si para el común de los equipos la definición desde los doce pasos es lo más semejante a una ruleta rusa, para el fútbol peruano es una auténtica maldición. Se necesita ser muy valiente para pedir la pelota y patearla desde el punto blanco, con 55 mil personas en contra y teniendo a Rodrigo Ceni al frente. Hay jugadores que no resisten la presión, como sabe bien el Cabezón Reynoso, que en el Perú-México de la Copa América del 99, tuvo que hacer uno de los disparos, luego de que uno de sus compañeros se echara para atrás en el momento decisivo.
Con poco, la crema hizo demasiado. Tuvo en el arco a un portento como Llontop, quien pese a algunas dudas en las salidas, sacó pelotas increíbles. Unos metros más adelante, Revoredo se reveló como un maestro en el anticipo; el propio Rabanal, tan criticado en este rincón, le puso garra a cada jugada, al igual que Rainer, Vásquez y hasta Píriz Alves que, solito, se enfrentó sin miedo a la muralla paulista.
No conseguimos el pase, pero morimos de pie y estoy orgulloso de ello. Opinar sobre nuestros merecimientos o los del rival no viene al caso por ahora. Nos fuimos de la Libertadores con la frente en alto dejando en firme una promesa:
¡Volveremos!
Pedro Canelo escribió una columna muy sentida. Pueden leerla aquí
Los brasileños elogian a Ceni. Léanlo aquí.
La crema llegó a Lima entre aplausos. Ver aquí.
El técnico paulista le echa la culpa a la ansiedad. Ver aquí.
P.D. Demoré en postear porque pocas horas después de terminado el partido viajé a El Salvador, donde permaneceré algunos días participando en un curso dictado por la Sociedad Interamericana de Prensa. Seguimos en contacto. Un abrazo para todos.