Por siempre Piero
La pregunta nos la podemos hacer todas las semanas: ¿qué hacemos con Piero Alva? Es, por lejos, el jugador más insultado por la hinchada, pero tiene la bendita costumbre de salvarnos cuando las cosas se ponen realmente feas. Y, como ocurrió ante San Martín, con unos golazos para gritarlos toda la semana.
¿Qué hacemos con Alva, entonces?
Amor y odio. Esa es la exacta definición para la relación que existe con el único jugador del plantel que puede decir que ha campeonado cuatro veces con la crema. Sus goles han sido de los más gritados en los últimos años, no hay partido en que no se entregue, no deje la última gota de sudor sobre el verde. Pese a ello y a su condición de referente, no es alguien que se dispute las simpatías, despierte cariño, arranque sonrisas permanentemente.
A Alva se lo aguanta. La hinchada conoce de memoria lo que hará cuando agarra una pelota (va a encarar a su marcador para intentar driblearlo sobre la raya o pasándole el balón entre las piernas). Sabe que si yerra va a seguir intentándolo el resto del partido para desesperación de quienes lo vemos desde afuera -y estoy seguro- de sus propios compañeros. Tiene claro que suele perder la bola con facilidad por su individualismo absurdo, que le quita dinámica al juego porque traslada mucho la pelota, que pocas veces la toca en primera, que es capaz de errar los goles más fáciles por intentar la jugada más difícil. El hincha va al estadio con la certeza de que con Piero siempre va a renegar.
Pero el hincha sabe también que esa porfía casi infantil, esa insistencia que llega a hartar, ha servido también para conseguir títulos o salvarnos de las situaciones más complicadas.
El domingo, en el Callao, el campeón protagonizaba una historia mil veces vivida: rapidez para recuperar la pelota, rotación infinita en la mediacancha rival y centros sin sentido hacia el área contraria. El segundo tiempo era un monólogo merengue roto por un extraordinario servicio salido del botín de John Hinostroza que Silva, aprovechando una defensa a contrapie, transformó en gol con un zapatazo cruzado.
Con el 0-1 no afloraron las ideas; por el contrario, las pocas que había desaparecieron. Pero de tanto ir al área de Butrón, un rebote quedó en el aire y el tijeretazo del ‘Zorro’ puso justicia en el marcador y arrancó un grito que se escuchó hasta en el Real Felipe.
Otra vez fue él, otra vez el hijo pródigo, otra vez el vilipendiado y pocas veces querido.
¿Qué hacemos con Alva, señores?
Habrá que aguantarlo nomás.
Una selección de algunos goles de Piero (del blog cremaxsiempre)