Pese a la goleada, a la 'U' le urge cambiar
Al contrario de lo que se piensa, la principal conclusión de la goleada sobre Alianza Atlético es que Universitario debe cambiar. Es su única alternativa si es que no quiere navegar por la mitad de la tabla el resto de la temporada.
¿Por qué cambiar después de una goleada? ¿Es que acaso Silvestri no le encontró la mano al equipo? Ni lo uno ni lo otro.
Los arranques de la crema entusiasman. Cuando no tiene la pelota, presiona con intensidad para recuperarla y ya con ella triangula, busca los costados y luego el centro sorpresa (al corazón del área o hacia atrás) que descoloque a la defensa contraria. El gol de Quiñones llegó así. Aunque hubo un central sullanense que erró en un despeje, la transición fue rápida y letal. El uruguayo marcó a solo 9 segundos de iniciado el partido.
Minutos después la historia se hizo conocida: el equipo cayó en una laguna. La presión disminuyó o se hizo con desorden, el espacio entre la volante y la defensa se agrandó. Los lanzadores rivales tuvieron más metros para moverse y si el empate de la visita no llegó fue por la mala puntería de sus delanteros (y otras limitaciones)
Si juegas al achique y no presionas al lanzador rival, vas muerto. La crema estuvo agonizando en varios pasajes del primer tiempo.
¿Por qué la ‘U’ no mantuvo la misma presión? Hay un problema de estado físico (el segundo tiempo se jugó en cámara lenta), desorden (la presión desbocada no sirve de mucho) y, tengo la impresión, de determinación (el merengue se ha convertido en un cuadro lagunero, se pierde en la vacío con rapidez). Quiñones casi no volvió a tocar la pelota tras el gol. El toque se volvió improductivo y lo poco que se consiguió ofensivamente fue por acciones individuales o, como en los dos últimos goles, con la complicidad de los defensas rivales.
Hay jugadores que están lejos de su mejor rendimiento como Flores y Canchita, y otros sobreexcitados, que necesitan calmarse un poquito y dosificar sus energías como Juan Diego Gutiérrez.
La ‘U’, en suma, necesita una hoja de ruta clara (definir a qué quiere jugar) y equilibrio. ¿Cómo se logra eso? Con un técnico experimentado, que tenga las cosas claras y ejerza su liderazgo sin que le interesen las etiquetas, que pueda disponer de los jugadores sin presiones ni miradas de reojo.
Estos triunfos sirven para la tabla, descomprimen momentos de crisis, pero no alcanzan para sacudir al equipo de su mediocridad. Y Universitario, a pesar de la juventud de su plantel, sus problemas institucionales y la modestia de su presupuesto, no puede seguir así.