Clásico de abogados
El artículo 4 del estatuto de jugadores de la FIFA puede ser la tabla de salvación de Universitario en caso Alianza Lima concrete su reclamo por la supuesta mala inscripción del colombiano Juan Pablo Pino.
La norma dice lo siguiente:
“El jugador profesional que finaliza su carrera al vencimiento de su contrato y el jugador aficionado que cesa en su actividad permanecerán inscritos durante 30 meses en la asociación de su último club. Este plazo comienza a contar a partir del día en el que el jugador jugó su último partido oficial por el club”.
Dice asociación y no club. Y las bases del campeonato señalan que un jugador extranjero, mayor de 25 años, debe haber estado inscrito en un club de primera división los últimos tres meses antes de su incorporación al Descentralizado. ¿Cómo interpretarlo? Los abogados lo resolverán. Ahora jugarán su propio clásico.
Pino, según Depor, estuvo jugando en el Bastia francés, pero en un equipo equivalente a la quinta categoría. En Primera no lo hace desde hace casi dos años. En la Federación Peruana de Fútbol no detectaron su situación porque cuando se introdujo su solicitud en el sistema internacional de transferencias (TMS) figuró como último club el Bastia, no se especificaba en qué nivel estaba jugando. Germán Leguía dice que la ADFP avaló la inscripción de Pino, que la ‘U’ no tiene culpa de nada.
La controversia legal está encendida. Y de no mediar cambios dramáticos de última hora, tiene para largo. Fuera de ello, que los principales clubes del fútbol peruano estén enfrascados en un lío abogadil da cuenta de la precariedad no solo del torneo profesional, sino de todo el sistema futbolístico nacional.
¿Cuándo será el día en que solo hablemos de fútbol y no de deudas concursales, juntas de acreedores, sueldos atrasados y reclamos por malas inscripciones?
O, mejor dicho, ¿cuándo será el día que los dirigentes de los clubes lean los reglamentos y no sean protagonistas de estos papelones?
Hoy tendríamos que hablar del pobre nivel del clásico del último sábado, del miedo que provocan García y Rodríguez como pareja de centrales, de los desplazamientos atortugados de Pino, de los reclamos de Gómez luego de ser cambiado, de cómo se ha venido en picada el juego de Balbín, de a quién se le ocurrió en el comando técnico hacer jugar a Guastavino por derecha.
En lugar de ello, estamos enfrascados en un lío de abogados.
Y dicen que somos los más grandes del fútbol nacional.
Peor aún: y así queremos ir a un Mundial.