Universitario: un empate amargo (y que amarga)
La salida de Diego Manicero marcó un antes y un después en el partido ante Aurich. La ‘U’ no era, ni por asomo, el dominador holgado del encuentro y tenía problemas para manejar la pelota en la volante. Sin embargo, desde los pies del argentino salían los pocos atisbos de lucidez de un equipo que extrañó horrores a sus titulares, sobre todo Quintero, Tejada y el venezolano Figuera.
Pero no es solo la inesperada salida del ‘20’ crema o la distancia entre titulares y suplentes la que derivó en ese 1-1 amargo, que hoy la hinchada crema lamenta, pese a que se jugó con al menos ocho sustitutos y que el empate de Borges se concretó en posición adelantada. Prescindir de un mediocentro desequilibró al equipo. Lo sufrió más la banda izquierda.
En el nuevo esquema que presentó Troglio, Romero y Páucar fueron los volantes de primera línea, Manicero y Siucho se tiraron por las bandas y Guastavino trabajó como enganche, detrás de Rengifo que fue el único punta. Sobre el papel parecía un equipo ofensivo, ligero y tocador, pero con poco peso al momento de recuperar la pelota, como finalmente ocurrió.
Vargas, lo sabemos todos, siempre ha tenido dificultades en la marca. El Loco, acaso porque es consciente de que los años no pasan en vano, no ataca la pelota, sino que espera. Eso le permite al contrario tener más espacio y tiempo para maniobrar. El miércoles, Aurich se dio cuenta de ello y recostó su ataque por ese sector. Páucar no se dio abasto y Siucho supuso un obstáculo peso pluma para los hombres de Lovrincevich. Por ahí vinieron los ataques más peligrosos en la segunda etapa.
Era difícil por el calor en Guadalupe que la ‘U’ pudiera ejercer la presión alta que ejecuta en casa o en otros partidos que se juegan en el llano. Los balonazos de Manicero a las espaldas de los defensores, sus pases filtrados, esos que extrañamos en el segundo tiempo del último clásico, empezaban a causar estragos cuando se produjo su lesión. Guastavino, salvo el gol, no supuso un refuerzo de peso a nivel ofensivo ni mucho menos en la recuperación. Y tanto la salida limpia de Figuera, como el desequilibrio de Quintero, se hicieron extrañar.
Un caso que urge dilucidar es el 9. No, de ningún modo vamos a discutir el titularato de Tejeda, quien ha demostrado su valor con y sin la pelota. Lo que preocupa es el enorme bajón de Rengifo, cuya poca movilidad y problemas para retener el balón le restan peso a la ofensiva. Ugarriza, sin ser una maravilla, muestra mayor dinámica. Es momento que Troglio le dé más oportunidades.
UNA VERGÜENZA
Más allá del aceptable estado de su campo de juego, el estadio Carlos Olivares de Guadalupe es un escenario que no reúne las condiciones para recibir un partido de fútbol profesional. Colocar sillas de plástico en los camarines para que los jugadores se cambien o descansen constituyen una vergüenza sin nombre. No basta con que el lugar esté limpio o cuente con servicios higiénicos. Los futbolistas de primera división son deportistas de élite que necesitan comodidades mínimas antes de un partido y para su recuperación. ¿Cuándo lo entenderán nuestras autoridades?