Clásico no es ganarte
Por estos días, posteamos, tuiteamos, gritamos “clásico es ganarte”. Lo hacemos para vacilar a nuestros amigos de la vereda de enfrente, reírnos de su supuesta debilidad en las finales, de nuestra histórica paternidad en los partidos que importan, de cómo nunca hemos sido protagonistas de vergüenzas, abandonos y otras indignidades que sacamos a relucir cuando se acerca el partido, ese que esperamos todo el año.
Sirve también para echarnos ánimos, sobre todo en momentos críticos como este, ausentes de fútbol y rebosantes de incertidumbre, de institucionalidad horadada por las malas decisiones, de un equipo cuyo rumbo nadie sabe cuál será.
La frasecita de marras tiene su origen en una balada ochentera, “Clásico”, un hit del argentino Orlando Netti. Su enorme popularidad hizo que el pegajoso corito “clásico es amarte” fuera tomado como frase de combate por las hinchadas de ambos bandos y sea resucitada en los días previos al enfrentamiento.
[A propósito, “Clásico” y “Recién te conozco y te quiero” fueron los únicos éxitos de Netti, que además de un Premio Circe le permitieron hacerse un lugar en las caseteras de la juventud romanticona que sobrevivía durante el segundo belaundismo. Sus canciones remueven aún algunos amelcochados corazones, habitúes de los playlists de Henderson y “La hora del lonchecito”. El argentino, sin embargo, está lejos de alcanzar estatus de caserito como otros prohombres de la canción latinoamericana, casi tan peruanos como el cebiche, como Hildemaro, Óscar Quesada y el inefable Leo Dan].
Con los años, “clásico es ganarte” ha devenido en una oración descafeinada, un grito afónico, un cliché mal visto, más cercano a la nostalgia que a la realidad.
Hay, si la memoria no me falla, 17 clásicos de diferencia con el contrincante victoriano, distancia difícil de recortar a juzgar por las diferencias futbolísticas exhibidas en lo que va del año, pese a que este domingo jugarán sin tres piezas claves: Ascues, Cruzado y Cachito.
En la crema vuelve Corzo, parece que seguirá Vargas y luego a cruzar los dedos, a esperar que esa ráfaga de intensidad y presión que apareció en el amanecer de la segunda etapa ante San Martín, se prolongue y convierta en una marca registrada lo que resta de la temporada.
No es mucho lo que muestra Universitario ni lo que tiene por mostrar. Lo suyo va a ser pelear, pelear y pelear. Solo así podrá ganar sus partidos, eludir el descenso e intentar hacer un torneo decente.
Más no tiene. Por ahora.