Querido Universitario
He pasado los días de cuarentena leyendo tu historia, viendo las fotos de tus mejores momentos, disfrutando tus goles gracias a esa maravilla subvalorada por los viejos como yo llamada youtube.
Te he visto una y otra vez. Me he reído. He recordado. Casi he llorado. He vuelto a mis años de adolescente cuando vivía con la oreja pegada a la radio, esperando que Izusqui gritara tus goles; que Pocho le recordara a Elejalder su hinchaje; que a minutos de iniciarse un clásico, Canal 7 anunciase que lo transmitiría en vivo, por más que odiase la voz monocorde de Alberto Labó.
Me he visto solo, silencioso, con mi bandera en lo más alto de Norte, subiendo sus peldaños mientras esquivaba corontas y alguno que otro oloroso objeto volador. Me he visto de pie cuando Rey Muñoz detenía su carrera, miraba la pelota como si fuera la única sobre la tierra y, con el estadio en vilo, empezaba a amagar.
Me he escuchado gritando que Zubczuk era el mejor de los arqueros.
Puteando a Channy por el penal errado ante Cristal.
Vibrando luego de ver a Germán hacer un taco, al Ciego tirándose al piso, a Percy reír de gol.
Me he visto dando la vuelta en Matute, buscando a Chemo, al Puma, a Óscar, queriendo abrazarlos a todos.
Me he ahogado junto con el Beto en Cerro de Pasco, saltado como Vilallonga en Ate, haciendo un sombrero como Grondona, metiendo una tijera como Piero, agradeciéndole al cielo como Edú.
Me he visto escribiendo la crónica más triste de mi vida, en una banca de Arroyito, el 21 de febrero del 2001.
He recordado al Orejas, Ruidíaz y Polito, los goles del Guasta, el penal de Duarte que leí por Twitter. Lo feliz que fui ese 2013.
Me he recordado esperanzado, hace poquito nomás, viendo a Goyo construir un equipo de la nada, ganándose nuestro aprecio, mostrándonos el camino.
Te escribo esto, querido Universitario, porque no sé cuándo te volveré a ver. Este maldito virus que nos mantiene encerrados, que ha cambiado todos nuestros planes, que ha deshecho todas nuestras vidas, no se irá por mucho tiempo. Y cuando se vaya, dicen que nada será como antes, que tardarán los estadios en abrirse, que se jugará sin público hasta que se invente una vacuna. Que nacerá una nueva normalidad.
Lo que no cambiará, y lo sabemos todos los que te queremos, es nuestro amor por ti, mi querido Universitario.