Universitario y el factor confianza
Para las nuevas generaciones de hinchas cremas el nombre de Walter Lavalleja no debe significar mucho, pese a que es un personaje trascendental en la historia del Monumental. Uruguayo de nacimiento, en la década del sesenta fue uno de los impulsores de la construcción del estadio de Matute y tras hacer lo propio con el Isidro Romero Carbo del Barcelona ecuatoriano, se convirtió en la cara más visible del grupo que se encargó de la edificación del coloso de Ate.
Lavalleja proyectaba confianza. Aunque llegó a ser presidente honorario del club aliancista, su presencia en el proyecto que promovían Universitario y Gremco fue indispensable para que alcanzara buen puerto. Desde un inicio, se constituyó en la garantía de que el estadio, a pesar de su envergadura y el carácter imprevisible de Alfredo González, sería realidad.
Si un proyecto no genera confianza, el desastre está asegurado. Gremco, pese a la experiencia con Lavalleja, nunca lo entendió. O lo olvidó muy pronto. Es inexplicable cómo tras el nombramiento de Jean Ferrari como administrador, haya salido a contraatacar usando como vocero a José Gamarra, la persona que más resistencia y menos confianza genera. Su frase “el martes Ferrari deja de ser administrador del club” (por hoy, martes 7 de setiembre) es una oda a la testadurez que resulta incomprensible pese a la larga cadena de desatinos cometidos por la constructora en todos estos años.
No niego que la ley que ha permitido este cambio de administración genere dudas sobre sus fundamentos legales. Pero existen demasiadas pruebas de que usar la estrategia del choque no le ha servido para nada a la empresa.
Ferrari ha sido inteligente. A su conocida imagen de eficiencia ganada durante los meses en que fue gerente deportivo del club, le ha sumado un equipo de trabajo que luce más credenciales técnicas que futbolísticas. Su lectura de la situación ha sido la correcta: Universitario necesita un grupo de profesionales para sacarlo adelante. Entiende que la gravedad de la situación implica establecer prioridades y lo institucional está por encima de todo.
La vuelta de Gregorio Pérez va en esa línea. El mensaje es claro: hay que sacar adelante al club sin descuidar la parte deportiva. A diferencia de sus antecesores, ha buscado el balance. Es consciente de que para conseguir recursos que le den aire al día a día de la institución, se necesita clasificar a un torneo internacional. Y para ello, tras el tumultuoso paso de Comizzo, se requería de una personalidad que genere confianza.
‘Goyo’ no es Guardiola y, hay que decirlo, está lejos de su mejor momento profesional. Pero su sabiduría futbolística, su experiencia en el trato con el hincha y la prensa, es oxígeno puro frente a las desprolijidades a las que nos tenía acostumbrados Ángel David. El profe no es mago y tiempo es lo que menos tiene para recuperar una plantilla que ha mostrado pocas ideas sobre el verde y arrastra una cadena de lesiones musculares cuyo origen en algún momento se tendrá que explicar.
“Hay que tener los pies sobre la tierra. Tenemos sueños, todos los queremos conseguir, [pero] no quiero ilusionar a nadie”, ha dicho Pérez con la cautela de quien tiene mucho fútbol sobre las espaldas. Es imposible asegurar que los resultados deportivos estarán de su lado. Sin embargo, aunque no sea el club más importante que le haya tocado dirigir, estoy seguro de que es consciente de que Universitario puede ser el reto más difícil y apasionante de su carrera.
Suerte Jean, suerte profe. Si les va bien a ustedes, le irá bien a la ‘U’.