Qué poco amor le tienen a la ‘U'
El regreso de Universitario al territorio de las sonrisas coincidió con el redescubrimiento de una palabra por largo tiempo extrañada: tranquilidad. Con el cambio de administración y la vuelta de Gregorio Pérez, el club recuperó algo del orden que necesitaba para empezar a abandonar años de angustia y pesadilla.
Pero la calma -como suele suceder en la historia crema reciente- duró poco. La balacera desatada ayer domingo en el Lolo Fernández nos recordó que los problemas de fondo aún están lejos de solucionarse.
Desde que la crisis empezó a corromper la institucionalidad de la ‘U’, los dedos acusadores han tenido un destino más o menos conocido: Gremco, las dirigencias, los socios, las administraciones concursales, la Sunat… y han coincidido en evitar a uno de los culpables mayores del desmadre. Porque del nefasto papel que ha cumplido un sector de la hinchada se ha hablado muy poco o en voz muy bajita.
Los ejemplos de la participación de estos sujetos en el hundimiento del club son innumerables. Incluso, producto de su afán caótico y destructivo, han provocado muertes que algunos han querido disculpar recurriendo a vomitivas piruetas argumentales. El supuesto amor que pregonan por la crema ha sido justificación de sus desvaríos y escudo para perpetrar sus fechorías.
Mostrando buenos reflejos, la administración Ferrari hizo público ayer mismo un comunicado para condenar lo ocurrido y comprometerse a colaborar en las investigaciones. Sin embargo, en uno de los puntos del documento se señala que los culpables serían “personas infiltradas, con el solo y único objetivo de generar daño a la administración provisional”.
La ‘U’ es un botín, eso lo sabemos todos. Hay mucho dinero en juego y quienes hoy no pueden disponer de ese tesoro seguramente harán lo imposible por recuperarlo. Ello, sin embargo, no puede volvernos ingenuos. Así como no todos los barristas son violentos, culpar de los males a infiltrados -o, como solía decirse antes, “delincuentes disfrazados de hinchas”- es también una forma de mirar al costado. No dudo que el grupo que encabeza Ferrari tiene enemigos muy poderosos, pero abrir las puertas del Lolo a sectores con antecedentes de violencia, sin un control efectivo, ha sido un acto de candidez que no puede volver a repetirse.
La mejor demostración de amor hacia Universitario siempre será no hacerle daño. A ver si esos que tanto gritan y se golpean el pecho empiezan a entenderlo de una vez.