La triste realidad científica
Por más vueltas que le di, no encontré otro título más adecuado para mostrar lo que sentí en una jornada compleja de cobertura para la sección Ciencias del diario El Comercio. Y es que hoy se entregaban los premios Nobel de Física 2016.
Fue una cobertura compleja porque es de esas en las que te llega la información, pero sabes que con lo que te cuenten las agencias de noticias bastará. Es necesario que entiendas de manera adecuada el tema que vas a contar para que, más tarde, tu trates de hacérselo sencillo a tu lector (pero sin perder la rigurosidad).
Son tantos los años cubriendo la fuente científica que en la sección conocemos de sobra las sorpresas que te puede traer todas las primeras semanas de octubre el anuncio de los premios Nobel. Pueden recibir el premio investigaciones que conoces, otras que son realmente simples de entender y las otras. Sí, esas son tan complicadas que te encuentras con medios especializados como “New Scientist” usando un vídeo corto para redes sociales, explicando en líneas generales el motivo de la premiacion.
Yo no lo voy a explicar aquí. Le ha costado a Diego Suárez varias horas para entenderlo y plasmarlo en el texto que publicamos en la versión impresa.
Y es justamente en el proceso de construcción de la nota que se publica en la edición del miércoles 5 en donde pude sentir esa tristeza de la que hablo. ¿La razón? Desde muy temprano buscamos especialistas que nos pudiera explicar en el lenguaje más sencillo posible en qué consistía la investigación galardonada. En el proceso revisamos muchas notas publicadas por medios más especializados, que fueron aclarando cada vez más los conceptos. Pero hacía falta una voz más cercana para tener la certeza que íbamos por el camino correcto.
Lamentablemente, nos dimos con la sorpresa de que encontrar a un físico para que opine sobre el Nobel fue dificilísimo. Ubicamos a un físico que se excusó porque su especialidad es lo nuclear. Nos recomendó consultar a los expertos de una Universidad en donde se enseña Física. Llamamos y nos recomendaron a un docente. Fue muy difícil ubicarlo, pero cuando lo hicimos él también se excusó pues no era su campo de investigación, pero nos recomendó comunicarnos con otro experto que justamente sí trabaja con la topografía (tema por el que se premió a los científicos británicos). Se le ubicó, pero justo estaba por salir de viaje así que también se excusó… no sin antes recomendarnos (una vez más) a otro experto. Y así nos pasamos un buen rato por la tarde. Finalmente, encontramos en otro lado a un físico que, aunque también reconoció que no era su campo de investigación, se animó a aclararnos conceptos y tener una mejor idea del estudio.
¿Cuál es la triste realidad científica? Que no contamos con expertos dispuestos a colaborar con la tarea de informar sobre ciencia. Y que los periodistas no estamos lo suficientemente preparados para enfrentarnos a temas científicos más complejos.
¿Qué queda por hacer? Seguir trabajando para que la tristeza se convierta rápidamente en felicidad.