Esas (lindas) cosas que te llevas fuera del mat
Hay cosas que parecen que solo van dedicadas al aspecto físico en una clase de yoga. Como alumno, escuchas que te dicen que respires profundo, que metas el ombligo, que actives tus pies, que relajes los hombros, que te sientas fuerte y que además dibujes una sonrisa en la cara.
Como alumno, entonces, intentas. Hay días que estás “on fire” y todo te sale bien: respiras increíble, te estiras como nunca, estás fuerte, nada fastidia, sonríes. Tremendo. Hay días, en cambio, que algo se siente raro: no puedes dejar de pensar en cosas que harás después, tu respiración no está fluyendo tan bien y encima te sientes cansado.
En ambos casos, escuchas indicaciones que van para ti: “Activa tu energía, pero siéntete libre de descansar cuando quieras”. “Haz esa plancha alta, o mejor apoya tus rodillas en el mat”. “Intenta subir al cuervo, o si quieres quédate abriendo caderas; mejor aún si descansas un poco más”.
Qué tomas y qué no de estas indicaciones, depende de ti. Es tu cuerpo, es tu mente, es tu práctica. Nadie te obliga a nada. Pero con el tiempo, algo más profundo sucede. Sin querer, esas indicaciones que tanto escuchamos en una clase de yoga, te acompañan fuera del mat.
Caminas con la espalda recta, el ombligo hacia adentro y hasta a veces, activas los pies. Respiras profundo cuando estás por estresarte y lo mejor: caminas con la cara relajada, con una sonrisa.
Eso es lo más bravo del yoga: empiezas preocupado por mover el cuerpo, pero luego le sumas tu atención a la respiración y después llevas tu práctica hacia afuera. Dices gracias no solo porque te hicieron un favor. Dices gracias porque sabes que tu cuerpo es valioso; porque sabes que no está bueno tomar por sentado que respiras, que caminas, que corres, que ríes, que saltas, que comes, que te abrigas, que tonteas, que manejas, que trabajas y que duermes.
Se siente muy bien cuando estás en clase y disfrutas de llevar tu pierna solo un par de centímetros por encima del piso, por más que el que está a tu lado lleva la pierna por encima de la cabeza, así como si no tuviese huesos. Y te sientes bien, cuando fuera de clase, disfrutas de todo lo que tienes, por más que el del costado lleva puesto esa chompa, ese gorro y ese reloj que querías.
Respira profundo, abre el pecho, meto ese ombligo y sonríe un poco, no estés tan serio. Nuestros profes de yoga lo repiten siempre en clase. Pero nadie dijo que se refieren a que lo hagas solo en clase.
Namasté.