Ronald Koeman no jugó en los años setenta, pero más de una vez su camiseta naranja fue mecánica. De ese color se vistió el Barcelona el 20 de mayo de 1992 en el estadio de Wembley. Era su primera cita con lo que hoy es un amor eterno. El Barza consiguió esa noche su primera Copa de Campeones (hoy la Champions) después de superar 1-0 a la Sampdoria. Fue agónico, quemando el último cartucho. Y allí el bombardero de Cataluña fue un defensor holandés que tenía anfo en los botines. Ronaldo Koeman no disparaba a los arcos rivales. Koeman fusilaba.
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La falta a Hristo Stoichkov fue a los 112 minutos de aquella final. Hasta ese instante del tiempo extra, el partido se disputaba golpe por golpe. Koeman quiso encargarse del KO. Su tiro libre fue un remate cruzado a la derecha del portero Gianluca Pagliuca. La onda expansiva de ese disparo remeció toda Barcelona. El gol más gritado, hasta ese momento, en la historia azulgrana.
Para asumir la dirección técnica del Barza, Koeman ha necesitado de la misma convicción que tuvo hace 28 años para pararse frente al balón en Wembley. Ha dejado en el armario la otra camiseta naranja que vistió. No fue la versión mecánica de 1974, pero sí una selección que marcó época en la Eurocopa 1988. Aquella Holanda de Gullit, Van Basten, Rijkaard y Koeman reconstruyó el honor ganado. Y ese verbo, reconstruir, será la palabra que el ex zaguero tendrá que escribir mil veces en su agenda 2020.
-Una rama de Cruyff-
Ronald Koeman ha pasado de ser el hombre del poster, con el gol más gritado de los noventas, a un cirujano de sala de emergencias. Con cuidado, y con el mínimo daño, el holandés tendrá que cerrar las heridas de este Barza apabullado y devolverle su mejor rostro. No será sencillo.
Al igual que Pep Guardiola, este Koeman es parte del árbol genealógico del pensamiento futbolístico azulgrana. Ese árbol que tiene como cabeza a Rinus Michels y un poco más abajo a Johan Cruyff. Dentro de sus ramas aparece Pep Guardiola y ahora Koeman. Estos dos últimos fueron dirigidos por Cruyff en 1992. Si bien Koeman no ha exhibido a plenitud esta escuela en sus equipos, nadie podrá negar que conoce como pocos el ADN del cuadro catalán.
Tiene casi veinte años como entrenador y aún no le hemos encontrado un equipo de autor (como los de Michels, Cruyff o Guardiola). Sin embargo, ha logrado títulos nacionales en Holanda y la Copa del Rey con el Valencia en España. Su labor hoy no solo será táctica sino también administrativa.
Koeman tendrá que gestionar un nuevo club, ser la cabeza del renacimiento. Quizá su labor sea recordada más como una etapa de transición. Ese papel en la historia, así como están las cosas, tampoco es algo menor. Ya lo dijo el presidente Josep María Bartomeu: se va a transferir a la base histórica del plantal. Hasta ese trabajo sucio va a ser cargado en las espaldas del rocoso ex defensor.
Suena a un disparate que deje la selección holandesa -con esta generación de jugadores- por estar todos los días bajo la presión de este Barcelona desahuciado. Pero nadie puede imponerse sobre los sueños de los otros. Si Ronald Koeman dejó eso en su cláusula, es evidente que siempre se imaginó en el banco azulgrana. Lo visualizó, quizá, desde ese día que reventó el arco de Pagliuca.
-El hombre de confianza-
Dentro de esos trámites para acelerar la llegada de Koeman, también han desfilado nombres de posibles reemplanzantes. Allí aparece el también holandés Alfred Schreuder, un cerebro que desarrolló sus principales ideas como asistente de Erik ten Hag en aquel Ajax que fue semifinalista en la temporada 2018-2019.
Alfred Schreuder es de esos profesionales que sin haber sido parte de la Masía, pudo cultivar en su trabajo el documento de identidad del Barcelona: intensidad, posesión del balón e iniciativa de ataque. El fútbol total.
Con ese apóstol detrás de él, Ronald Koeman buscará la redención del Barcelona. Un escudero deportivo, para que lo cubra cuando desarrolle labores de administración. Tras la salida del director deportivo, Eric Abidal, este Barza necesita un entrenador-gerente. Un hombre que decida con la pizarra y también con la calculadora.
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