En la curiosa danza de los números, varios siguen de manera constante a Claudio Pizarro. Con el sonido activado, se pueden distinguir en la pista de baile los claros 14 (el dorsal de su camiseta), 20 (por los años que brilló en la Bundesliga) y 197 (por sus goles en la poderosa liga alemana). Pero quizá el más importante de todos sea el 1996. Como si fuera una marca personal, la cifra se pega a Claudio para recordarle que fue el año en el que debutó. La fecha en que todo empezó. A días de que el exgoleador haya anunciado su partido de despedida, es necesario retroceder 26 años para revivir aquellas indicaciones de Roberto Chale, el mundialista que le dio vida al peruano más exitoso en el extranjero.
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“Fue el que me dio la oportunidad de empezar en el fútbol profesional, algo que nunca voy a olvidar. Me dijo que me divirtiera, era escuela antigua, totalmente distinto de ahora”, recordó hace unos años el ‘Bombardero de los Andes’ sobre aquel partido del 16 de marzo del 96 por la primera fecha del Descentralizado. Unos 6 mil 967 hinchas asistieron al estadio Manuel Gómez Arellano de Chimbote para presenciar el estreno de un Pizarro de 17 años en el Deportivo Pesquero ante Alianza Lima, como si el caprichoso destino le hubiera querido decir algo en ese duelo ante el club que sería su trampolín para ir a Europa.
#AdiosPiza 💚🤍@pizarrinha se despedirá de los fans el próximo 24/09 con nuestro escudo en el pecho 🙌
— SV Werder Bremen ES (@werderbremenES) June 21, 2022
¿Quién está deseando que llegue ese día? 😊#Werder pic.twitter.com/39tHEVqm1X
Las actuaciones de Claudio Pizarro en la pretemporada convencieron a Roberto Chale para ponerlo de titular a sus 17 años. Es más, el delantero había anotado en el último amistoso previo, triunfo por 2-0 ante Guardia Republicana en Chimbote, y se ganó el puesto. Un año antes había formado parte de la bicolor Sub 17 y Ronald Pitot lo llevó al ya desaparecido equipo norteño.
Con la ‘7′ en la espalda, el atacante tuvo un buen desempeño ante Alianza Lima, pero no pudo anotar y fue cambiado por Paul Portal, lateral quien en un discutido caso dio positivo en doping por Benzoileconina, junto a Johan Fano, en 1999.
“No le dije nada. Simplemente le tenía mucha fe. Mis charlas técnicas son más generales con todo el grupo”, contó Chale a El Comercio en 2020, en una entrevista exclusiva en la que recordó y revivió los primeros pasos de Pizarro, su “pupilo”.
“Era todo un ganador. Por decirlo así, él jugaba billar y ganaba. También hacíamos básquet y era el mejor. Era un tocado para el deporte. Le dije que todo lo hacía bien y me miraba en él también. Verlo era como verme pero más jovencito. La gente de Chimbote decía que yo ponía a Claudio porque se parece físicamente a mi hijo Roberto”, añadió el extécnico de Universitario.
Tres goles en su primer año en Primera. Cinco más en su segunda temporada antes de irse a Alianza Lima, marcar cinco veces en un partido y ser fichado por el Werder Bremen. Lo demás, es historia conocida. Lo que ocurrió antes, no tanto. Porque Claudio, antes de subirse a la cima del mundo, tuvo que caminar sobre espinas, incluso en medio de una “selección de vagos”. “Era aprendiz pero de los buenos ejemplos. Claudio no era ni gil ni pen...”, lo recordó Chale.
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De dormir con ratas a brillar en el fútbol mundial
Antes de heredar el apodo del mítico Gerd Müller, de ser uno de los máximos goleadores históricos en la Bundesliga, el máximo artillero en la historia del Werder Bremen o tener una vitrina que incluyen seis Bundesligas, seis Copas de Alemania, una Champions, una Intercontinental y un Mundial de Clubes; Claudio Pizarro sobrevivió a la realidad de los clubes de provincia con poco presupuesto para sus futbolistas.
Roberto Chale llegó en 1994 al Deportivo Pesquero. “Me dijeron que iban a jugar los juveniles y que, como iba a ser el técnico el siguiente año también, que vea a quiénes podía llevar a Chimbote para el primer equipo. Ahí lo vi a Claudio junto a Miguel Zagazeta, Gregorio Bernales y otro chico de apellido Valdiviezo. A estos cuatro me los llevé sin dudar para comenzar en Pesquero, que era el nuevo nombre que iba a tener Sipesa. Eran los mejores de ese grupo de muchachos”.
Chale lo vio como volante, pero su ojo, su experiencia, hizo que lo convenza a ser ‘9′. “Lo primero es que tenía un magnífico salto y cabeceaba bien. Tenía buena estampa para ser centrodelantero. Ganaba todos los balones que iba a disputar arriba. Lo otro es que tenía muy buena talla, comparado al resto de chicos. Pero no era el típico ‘9′, además tenía muy buen juego con los pies”, fue lo que vio el ‘Niño terrible’ en Claudio para ponerlo más cerca del área.
Pero Pizarro no solo luchaba en el campo para convertirse en el goleador de talla mundial que fue, sino que fuera tenía que combatir contra diferentes situaciones que hubieran hecho que cualquier otro mortal deje sus sueños por volver a casa.
“El Sipesa hizo que Claudio viva en un departamento junto a los tres chicos que te mencioné. Ellos les contaban a sus papás que ponían el colchón en el piso, porque el catre era muy feo y les dolía todo el cuerpo. Claudio le contó a su papá que dormían entre ratas que pasaban por encima de los colchones. Era algo negativo dentro de los clubes profesionales, pero era la realidad. Era tan negativo que el papá de Zagazeta se llevó a su hijo”, recordó entre risas Chale. Una anécdota que se contrasta con lo contado hace días por Claudio Pizarro Dávila, el padre del ‘Bombardero’.
“Cuando llega a Pesquero, dejó amigos a lucharla allá. En Chimbote, él dormía tirado en un colchón en el piso, porque no le dieron (las comodidades). Comía una sopa... Vivía en un barrio de prostitutas”, contó en una entrevista. “La verdad que era una desgracia. Yo me preocupaba porque era mi hijo, pero sabía que esas cosas te matan o te levantan el espíritu para seguir en la lucha. Yo agarraba mi bus acá y me iba para allá, y hablar con él para que no se desanime. Así creció. Dos años en Chimbote, lejos de todo”, agregó.
En el campo, Claudio Pizarro parecía un tanque alemán: ordenado, cómodo dentro de una estructura establecida, potenciado siempre por el juego colectivo. Pero fuera, siempre fue peruano. Sobre todo porque supo sobrevivir para triunfar.