“Yo pensé que eran de mi tamaño, pero son más grandes que yo”, pronunció convencido Diego Armando Maradona al encontrarse con algunos muchachos de la selección peruana de talla baja en Argentina. Aquel día, Fabián Chira, fundador del equipo, y un par de compañeros suyos cumplieron el sueño de conocer al ‘Pibe de Oro’ en vivo y en directo, pero ganaron mucho más que simplemente hablar con él: un elogio sencillo, pero honorable de su parte, que los ha impulsado a seguir soñando más allá de las adversidades. La segunda Copa América de talla baja 2022, que se jugará en nuestro país, será el escenario perfecto para continuar haciéndolo.
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Maradona medía 1.65 metros, pero eso no le impidió -entre tantas cosas- levantar una Copa del Mundo, anotar el famoso “gol del siglo” y entrar en las páginas más gloriosas de la historia del fútbol. Indudablemente, fue más grande que muchos de sus adversarios que rozaron los dos metros de altura.
Pero más grandes que el mismo ‘Pelusa’, según sus propias palabras, son los jugadores de la selección nacional de talla baja. La gran mayoría de ellos, a diferencia de Maradona, tiene acondroplasia, un trastorno genético que impide crecer a sus extremidades. Las estaturas de este equipo varían entre el metro veinte y metro treinta. Pero esa condición no les imposibilita aspirar a la cima.
El inicio
Todo comenzó a través de Fabián Chira. Él es chalaco y el fútbol siempre ha sido parte de su vida tanto en el colegio como en su barrio. Pero muchas veces fue excluido en sus equipos. “Era el último al que elegían, era el camote o el ‘al gol’”, recuerda.
En el 2013, Fabián comenzó a trabajar en el IPD. En un principio, fue Operador del Centro de Control en el Estadio Nacional y vio una gran oportunidad en ese trabajo para emprender una especial aventura con más personas de talla baja.
Y es que, mientras jugaba una pichanga de barrio en el 2014 con más personas de su condición, se le ocurrió la gran idea de gestionar más partidos así en la explanada del Estadio Nacional. Varios se sumaron. Así pudo conocer a Giuliana Poveda, que “ahora es la mejor del mundo en parabadminton mujer”, como también a Jesús Salvá. Pero no solo a ellos.
Fabián comenzó a sumar mucha gente de talla baja a su travesía, a través de amistades y también por las redes sociales. “Conozco un chico que es muy bueno en natación que me dijo ‘Yo solo te vi en la televisión, apunté tu nombre, te escribí el Facebook y en ese momento cambió mi vida’”, cuenta.
Justamente de esa manera, Fabián también conoció a muchos de los que hoy integran la selección peruana de talla baja. Oswaldo Pacheco y Jairo Pérez fueron unos de los primeros en llegar. Después, se fueron sumando Angelo Jesus, Gian Costantino, Yover Clemente, Dilmer Pérez, Diego Quispe y así muchos más.
De hecho, la especial táctica que empleó Fabián fue la de distinguir como alguien convocable a cada persona a la que se cruzaba en cualquier día, a cualquier hora, en cualquier lugar. “Si yo estaba yendo en un bus y veía por abajo que iba a una persona de talla baja, en la otra cuadra hacía que pare el bus e iba corriendo a contactar a la persona e invitarla al equipo”, dice. La Asociación de Personas Pequeñas del Perú también representó un importante medio para acrecentar el grupo.
Así fue su primer contacto. Pero no fue el único. Con sus compañeros, Fabián empezó a viajar por diversas ciudades del Perú a modo de integración y siempre había tiempo para sumar a más cracks en el equipo. “Hemos ido a Arequipa, Huánuco y otras ciudades. Hacíamos una exhibición de fútbol, se llenaba la cancha y luego llegaban personas de talla baja”, cuenta.
Es por eso que la escuadra nacional no solo está conformada por jugadores limeños o chalacos, sino de diversas partes del país. Ángelo, por ejemplo, proviene de Iquitos. Y luego también están otros muchachos de Cusco, Rioja, Nueva Cajamarca, entre otras ciudades lejanas de la capital.
De este grupo, Diego Quispe fue uno de los últimos en sumarse. Su pasión siempre ha sido el fútbol, pero también es un paradeportista destacado en parapowerlifting. De hecho, ganó una medalla de bronce en la Copa Mundial de su disciplina que se desarrolló en el 2019. Y ahora quiere continuar los éxitos con el balompié.
Un camino con insultos y golpes
Todos tienen una historia que contar. Y Fabián, como sus demás compañeros, pasaron de ser excluidos a crear un ambiente inclusivo para todos. Claro, el camino ha sido bastante difícil y lo sigue siendo. Los insultos, las bromas y los golpes contra ellos son un pan de cada día. Pero ya muchos han aprendido a lidiar con ello.
‘Enano’ fue el insulto más común que recibieron de otras personas, algo que les afectaba mucho principalmente en su niñez. “De chibolito, la gente me decía así. Mi mamá me defendía y me decía que no les haga caso”, recuerda Angelo. “En partidos no nos elegían, nos rifaban”, recuerda Clemente.
Gian, por su parte, siempre ha tenido que lidiar con diferentes burlas en varios ambientes. Pero dentro de su casa le han inculcado siempre a no hacer caso a lo que le dicen. “Todos somos iguales. Simplemente lo único que nos diferencia es la condición física, del tamaño. Hoy en día me da igual lo que me diga la gente”, dice.
Por el simple hecho de ser una persona de talla baja, Jairo Pérez no solo ha tenido que lidiar con apodos e insultos, sino también con golpes deliberados. “A veces nos metían puñete. No teníamos la estatura para defendernos o evitarlos. Era una tristeza para nosotros”, narra.
Muchas veces, su familia sacaba cara por él, pero cuando salía solo a la calle o con algún amigo era un infierno total. Fueron infinitas las veces en las que se sintió humillado y avergonzado. “Todos somos de carne y hueso”, comenta apenado.
Su hermano menor, Dilmer, también ha sufrido ese tipo de discriminaciones. “A veces me decían cabeza de palta, cabezón y tantas cosas que no quiero imaginarme ahora (...) Esa gente quizás más adelante van a tener sus hijos y ojalá no sean igual que nosotros porque sé que es feo ser discriminado por las personas”, comenta.
Por todo ello, el fútbol representa un escudo importante para este grupo. “El deporte cambió mi vida. Me hizo salir del mundo donde vivía”, asegura Diego. De hecho, no solo la vida de Diego cambió, sino la de todos, o al menos mejoró. “Ahora que conocí a varios compañeros, me siento feliz, con una familia”, resalta Oswaldo.
Ahora, en la calle, especialmente cuando van en grupo, los reconocen como la selección peruana de talla baja, lo cual significa un privilegio para ellos. El sueño de todos era representar al país y demostrar que sí pueden. Y eso es lo que están haciendo.
“El fútbol nos visibiliza ante la sociedad. Demostramos que también hacemos algo para representar al país”, expresa Yover Clemente, agradecido por las oportunidades que le ha brindado este deporte.
Un sinfín de anécdotas
En el 2015, La Videna fue testigo del primer partido entre selecciones de talla baja de la historia. Perú y Argentina se enfrentaron en un emocionante amistoso, que terminó 4-3 a favor de la albiceleste. A partir de ahí, se levantó el telón de muchas aventuras más.
Entre tantas anécdotas, la selección nacional ya ha hecho dos visitas a Argentina que nunca olvidará. En uno de ellos conoció a Maradona. Y su frase, la del inicio de este texto, quedará grabada para siempre en los corazones de quienes le pudieron conocer.
También se mantienen latentes los recuerdos de los viajes, o en los mismos camerinos. Y es que en la convivencia de este grupo nunca han faltado los chistes. “Siempre hay bromas, como los ves aquí. Por ejemplo, se meten al camerino y esconden la ropa”, cuenta Fabián, mientras sus demás compañeros se molestan y ‘lapean’ entre ellos mismos en una sala de conferencias.
“Pero lo más bonito es que ahora, cuando salimos en grupo, la gente en la calle dice ‘ahí está la selección’”, comenta con certeza Fabián.
Este deporte fue creciendo con el pasar del tiempo y en el 2018 se desarrolló la primera Copa América de talla baja de la historia justamente en Argentina, donde participaron nueve selecciones. El campeón en ese evento fue Paraguay.
Han pasado cuatro años y ahora Perú será el país que albergue este importante torneo, que promueve la inclusión a toda costa. En la sede del Legado, en el Polideportivo 1 de la Videna, el equipo peruano buscará consagrarse, aunque no será nada fácil.
A conquistar el trofeo
Desde el próximo 20 al 24 de mayo, 15 seleccionados de talla baja buscarán darle una gran alegría al país, pero antes que eso buscarán demostrar que también están en la total capacidad de representarnos.
“Seremos pequeños, calzaremos menos de 40, pero los goles que vamos a dejar en este evento deportivo van a ser más grandes que todo eso”, expresa Fabián.
Nuestros seleccionados tendrán que disputar la gloria con futbolistas provenientes de Argentina, Estados Unidos, Brasil, Chile, Bolivia, México, Paraguay, Colombia, Ecuador, Canadá, Guatemala y Marruecos. Es por ello que el apoyo en la casa de Legado será importante.
“Para nosotros es grandísimo, porque la Copa América se va a hacer acá en Lima. Sabemos que vamos a estar bien representados por cada uno de mis compañeros. Invitamos a toda la gente a venir para que nos aliente y nos den las energías dentro y fuera de la cancha. Vamos a estar igual haciendo como Gokú con la genkidama”, asegura Diego.
En las últimas semanas, el combinado nacional se ha estado preparando arduamente con entrenamientos de dos horas diarias de lunes a viernes. Ahora, esperan que ese esfuerzo les de frutos. Y, por ello, el objetivo ya está plantado. “Alzar la Copa y alegrar a la gente”, asegura Yover Clemente y le respaldan sus demás compañeros. “Yo sé que a partir de ahí la gente nos va a tener otro tipo de trato y más aún si ganamos la Copa”, añade.
Esa es la gran meta. Y si hablamos de otros sueños… “ser grande”, bromea Fabián. “Como persona obviamente”, complementa entre risas. Lo cierto es que todos buscan que, a través de este eventos, la inclusión sea siempre una prioridad y que el deporte de talla baja siga creciendo sin cesar.
Fabián, por ejemplo, sigue luchando por un mundo más accesible para todos a través de Inclulab, una consultora que fundó en el 2019 para promover la inclusión laboral de personas con cualquier tipo de discapacidad. Diego, por su parte, desea “tener un semillero que juegue una Copa América y le dedique gol a su papá”.
Yover, Gian, Jairo Dilmer, Oswaldo, Ángelo comparten sueños similares. Más allá de representar al Perú y triunfar en la Copa América, lo más importante es que todos encontraron en esta selección a una auténtica familia. Sin discriminación. Sin exclusión. Y eso no tiene precio.
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