Desde que Ricardo Gareca se instaló en la Videna, la gitanería ha dejado de ser tema de conversación cuando juega la selección.
El motivo es muy sencillo: cuando los procesos se respetan porque están sustentados en trabajo y objetivos claros, los resultados aparecen. Nuestra selección tiene un estilo de juego definido, ha ganado en solidez, jerarquía y respeto. No le sobra mucho porque no somos un país pródigo en jugadores de alta competencia, pero con la blanquirroja sobre el pecho competimos. En las buenas y en las malas.
El empate en Asunción no dejó un buen sabor de boca en la hinchada porque se empezó ganando y Paraguay estuvo lejos de otras versiones más fieras. Sin embargo, por el trámite del compromiso, el 2-2 final fue un puntazo porque sumar de visita siempre es un buen negocio y el desempeño de la selección fue irregular.
Los efectos de la pandemia no han afectado del mismo modo a los combinados sudamericanos. En nuestro caso, la falta de competencia de varios jugadores hizo que solo viésemos chispazos de buen fútbol colectivo en el Defensores del Chaco. A ello se añadió la ausencia de recambio en la ofensiva, un asunto viejo que a pesar de los dos goles de Carrillo empieza a pasarnos factura. Sin Paolo Guerrero y con Jefferson Farfán disminuido, el ataque pierde variedad y punche. Con el Orejas atrapado en Washington, a Cueva no le sentó hacer el recorrido por la izquierda y Perú careció de una alternativa más para pisar el área con peligro.
El 5-0 sobre Bolivia confirmó que Brasil sigue siendo, por lejos, la mejor expresión futbolística del continente y va a querer demostrarlo en donde le toque jugar, sea en casa o, como ocurrirá la próxima semana, en el Nacional de Lima.
La poca consistencia de los laterales (Advíncula no consigue salir del pozo y Trauco no tiene actividad en Francia), la persistencia de Zambrano por jugar al límite, así como las inconsistencias de Tapia y Yotún en el medio no auguran un martes prometedor.
Jugar ante Brasil siempre será difícil, pero en esta ocasión Gareca tendrá que hacer magia para controlar la avalancha de Neymar y sus amigos, e intentar salir indemnes de esta batalla futbolera. Si rescatamos un punto ante el pentacampeón, nadie se va a molestar.
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