El turismo en el Perú es nuestra tercera actividad exportadora más importante, que genera al país US$5.200 millones. Además, genera otros US$6.700 millones por turismo interno. Con ese tamaño, y sumando las cifras del Banco Central de Reserva (BCR), representa el 3,8% del PBI nacional, con casi US$12.000 millones.
Pero puede que nos quedemos cortos con la estimación. Y es que, según las cifras del World Travel and Tourism Council (WTTC), son más de US$22.000 millones de ingresos y 9,8% del PBI nacional, sumando los aportes del sector informal. Con ello, anota, involucra al 12% de la Población Económicamente Activa (PEA), representado por 1,4 millones de trabajadores formales y, adicionalmente, 2 millones de trabajadores informales.
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Obviamente, no se trata sólo de cifras. El turismo tiene características cualitativas, como ser la única actividad económica por excelencia descentralizadora, inclusiva, generadora de trabajo y que lucha frontalmente contra la extrema pobreza. Además, podemos concluir que es la herramienta perfecta para apoyar a las comunidades locales y a los destinos alejados a lo largo y ancho del país, para empoderarlos en el desarrollo económico y social de nuestra población, tan rica en patrimonio cultural y natural.
Somos unos mendigos sentados en un banco de oro, como decía Antonio Raimondi. Y nos lo recuerdan a cada tanto. Contemporáneamente, por ejemplo, lo hizo Michael Porter en el estudio que elaboró para Monitor Company en los años 90, y que luego ratificó en el 2008. Porter destacó que el turismo podría ser la primera actividad económica sostenible en el 2030, antes que la minería y la agroindustria, siempre y cuando existan políticas gubernamentales que promuevan su desarrollo.
UN RETO: ‘DESMACHUPIZAR’ EL PERÚ
Con ese objetivo en la mira, tenemos varios retos pendientes. El turismo en el Perú tiene un monoproducto llamado Machu Picchu. Está basado en el desarrollo del circuito sur como único eje turístico y comercial del país. Pero el Perú tiene sitios arqueológicos de nuestras culturas ancestrales como Caral (al norte de Lima), con más de 6.000 años de antigüedad, o como la cueva del hombre de Piquimachay (en Ayacucho), que tiene casi 15 mil años de antigüedad, según Luis Lumbreras.
Y somos tal vez uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad, con una flora y fauna extraordinaria, que prácticamente es la despensa del mundo, con más de 4 mil variedades de papas, segundos en el mundo en clasificación de aves y primeros en especies de aves endémicas.
El Perú lo tiene todo, somos un país pluricultural y multiétnico, enriquecido con un crisol de razas producto del mestizaje y la fusión de culturas europeas, asiáticas y africanas. Somos una expresión multirracial con mixturas nativas y foráneas que se expresan en nuestras danzas, música y, hoy, en nuestra reconocida gastronomía, la cual no sólo ha cruzado fronteras sino que en nuestra propia casa se ha convertido en el orgullo nacional que ha fortalecido nuestra identidad nacional.
REFORMA TRIBUTARIA, LABORAL Y FINANCIERA
Pues bien, somos el país más rico del mundo; y sin embargo, el turismo tiene un régimen tributario, laboral y financiero de gran empresa: pagamos el 30% de impuesto a la renta, el mismo IGV que otras grandes industrias, pese a que el 92% del sector empresarial está representado por mypes, pymes y emprendedores.
La agroexportación, la pesca y la minería, tienen marcos legales que pagan 15% de impuesto a la renta y están exonerados de IGV. Esa diferencia, obviamente, nos aleja de la competitividad frente a los principales destinos turísticos del globo, como México, España y República Dominicana, entre otros.
Somos tan ricos y a la vez tan pobres, porque no somos capaces de poder lograr que el turismo sea considerado como política de Estado. Hoy día, el COVID 19, ha desnudado a nuestro sector y casi 200 días después de la primera emergencia sanitaria, el turismo está desfalleciendo por falta de ayudas concretas, reales y oportunas. Existen buenas intenciones, pero la realidad cruda y dura es que vamos camino al cementerio, sin pena ni gloria.
Somos la cenicienta del cuento.
(*) Carlos Canales es presidente de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur)
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