Existe un consenso, tanto en el ámbito local como internacional, de que los maestros son una pieza clave para el aprendizaje en las escuelas. De hecho, un estudio de la OCDE analizó los resultados de la prueba PISA, que se usa para comparar aprendizajes entre naciones, de 31 países de la OCDE y cinco no pertenecientes, y encontró que contar con profesores mejor capacitados y productivos contribuye hasta en 5,1% en las notas de los estudiantes. Asimismo, se asocia con un incremento en los años de escolaridad de hasta 9,3% (Égert et al, 2022).
En el caso peruano, uno de los grandes problemas es que la valoración que se tiene sobre la carrera docente se ha deteriorado considerablemente y no logra necesariamente atraer a los mejores talentos que salen de la secundaria. Al respecto, un estudio del BID muestra que en el Perú los alumnos interesados en ser profesores tienen un menor puntaje en la prueba PISA (puntaje de 352) frente a sus pares que apuntan a profesiones como abogados (403) o ingenieros (418) (BID, 2018).
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No se ha hecho mucho, además, por mejorar las capacidades de los docentes. Una prueba de ello es que al 2017 solo el 8% de egresados de un Instituto de Formación Docente aprobó la prueba nacional para el nombramiento de maestros. Al 2010, el porcentaje de aprobados era de 68%. Esto evidencia un deterioro importante en la formación de los docentes (Minedu, 2019).
El problema se agrava si tomamos en cuenta que la carrera magisterial ha ido perdiendo su rentabilidad en el tiempo. En 1988, con el inicio del proceso hiperinflacionario, la remuneración básica pasó a valer prácticamente la mitad de lo que fue en 1973, que fue uno de sus puntos más altos (Saavedra, 2004). Entre 1991 y el 2004, se tomaron medidas que permitieron un incremento de 40% en los salarios de los maestros del sector público. A pesar de este esfuerzo, los salarios seguían estando un 20% por debajo de otras profesiones, lo cual dificulta atraer a los jóvenes talentos a la carrera magisterial (Díaz & Ñopo, 2016).
Entre el 2012 y el 2022, el presupuesto del sector se ha más que duplicado (Consulta Amigable-MEF, 2022). Este aumento presupuestal se ha enfocado principalmente en mejorar las condiciones de los maestros; incluso, por encima de otros factores claves como el equipamiento y la infraestructura. Entre el 2012 y el 2020, el piso salarial docente aumentó en 60% (Videnza Consultores, 2021).
Contrariamente a lo que se cree, se le da una atención considerable en el presupuesto al sector educación. Según datos del Banco Mundial al 2017, el Perú destina casi la quinta parte de su gasto público a este sector. Sin embargo, el problema es que el presupuesto público en el Perú es relativamente pequeño. Por eso, cuando hacemos la comparación del presupuesto educativo como porcentaje del PBI, estamos por debajo del promedio de los países latinoamericanos
Sin embargo, este aumento en los salarios no se ha visto traducido en mejoras de los resultados de aprendizaje de los alumnos. Así, la Evaluación Censal de Estudiantes muestra que en el 2016 la proporción de estudiantes de segundo de primaria con resultados satisfactorios en comprensión lectora y matemáticas fue de 46,4% y 34,1% respectivamente; mientras que para el 2019 estos porcentajes fueron solo 37,6% y 17%.
Detrás de este problema existen varios factores. Uno de ellos es la deficiente formación inicial que reciben los aspirantes a maestros. Del mismo modo, el insuficiente apoyo pedagógico y supervisión durante sus labores. El ambiente de trabajo en el que se desempeñan, además, es predominantemente insatisfactorio, con programas poco enfocados en los docentes (Díaz & Ñopo, 2016).
Para mejorar los aprendizajes de los niños y revalorar la carrera docente es necesario tomar algunas medidas que deben ir más allá de un aumento remunerativo. Una primera opción es fomentar que más personas ingresen a la carrera pública magisterial mejorando el proceso de evaluación para que esté basado en la meritocracia. Asimismo, se pueden utilizar los resultados de la evaluación de ingreso a la carrera magisterial para mejorar la oferta de formación inicial y formación continua a la que acceden los maestros (IPAE, 2022).
Finalmente, reducir las limitaciones financieras de acceso a la carrera de educación a través del otorgamiento de becas y créditos focalizados, así como brindar incentivos monetarios para que los mejores maestros puedan llegar donde más se los requiera.