Martin Wolf / Comentarista económico principal de Financial Times
¿En qué condición deja el gobierno de coalición la economía del Reino Unido? De más está decir que sus miembros están enfrentando las elecciones generales utilizando la premisa de que han realizado una buena labor al rescatar la economía afectada por la crisis que heredaron. Parece, por lo pronto, que este argumento no está obteniendo muy buenos resultados en las encuestas. Pero, ¿se los merece? A continuación les presento una evaluación.
Comencemos con la medida más sencilla: los resultados económicos globales. En el último trimestre del 2014, el producto bruto interno real per cápita del Reino Unido fue de 4,8% más alto de lo que había sido en el segundo trimestre del 2010, cuando la coalición asumió el poder, y el 6,2% por encima del punto más bajo de la “gran recesión” en el tercer trimestre del 2009. Pero fue básicamente el mismo que en el primer trimestre del 2007 y por debajo de su máximo anterior a la crisis.
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En el cuarto trimestre del 2014, el PBI real per cápita estaba alrededor de 16 % por debajo de donde hubiera estado si la tendencia experimentada entre 1955 y el 2007 hubiera continuado. Ni siquiera la recuperación ha reducido la brecha. Esto explica en gran parte la decepción relacionada con el nivel de vida.
Además, este enorme déficit no se puede atribuir a un auge previo a la crisis. Por el contrario, la economía estaba cerca de su tendencia a largo plazo en el 2007. Los auges fueron mucho mayores a comienzos de la década de 1970, a finales de 1970 y a finales de 1980. Los datos sobre la inflación revelan básicamente los mismos resultados.
El argumento de que la economía del Reino Unido se encontraba en un estado extremadamente insostenible en el 2007 es, en gran parte, una racionalización a posteriori. Incluso resulta que los precios de las viviendas no han sido insosteniblemente elevados. De lo que casi todo el mundo no se dio cuenta fue la vulnerabilidad del sector financiero del Reino Unido ante una crisis global.
El rendimiento laboral ha sido extraordinario. En febrero de 2015, el 73% de la población entre las edades de 16 y 65 años estaba empleado, ligeramente por encima del máximo alcanzado antes de la crisis. El desempleo global fue de 5,6% de la fuerza laboral. Según Eurostat, el 27% de los trabajadores del Reino Unido entre las edades de 15 y 74 se encontraban en un empleo de medio tiempo el año pasado. No se sabe hasta qué punto esto refleja el subempleo ni el empleo de medio tiempo voluntario.
Sin embargo, el excelente rendimiento laboral es el reflejo de la caída en el crecimiento de la producción por trabajador y la producción por hora: en noviembre de 2014, la producción por hora en la economía fue 1,7% menor de lo que había sido en febrero de 2008. Un período tan largo de estancamiento parece inaudito, al menos desde el siglo XIX. Recientemente, el Financial Times reveló que gran parte de la explicación radica en los servicios profesionales.
A corto plazo, la estancada productividad permitió que la economía combinara una débil expansión de la producción total con un rendimiento laboral aceptable. A largo plazo, sin embargo, la productividad determina el nivel de vida. Si la productividad se estanca, lo mismo le ocurrirá al nivel de vida. Lo que se necesita entonces es tanto un crecimiento rápido de la productividad como del empleo. El ingrediente necesario es una demanda fuerte.
Consideremos ahora la estructura de la economía. En el cuarto trimestre del año pasado, la industria manufacturera se había reducido en un 4,9 % en comparación con el máximo alcanzado antes de la crisis, mientras que los servicios crecieron en un 8,1%. El déficit en cuenta corriente aumentó a 5,5% del PBI en el último trimestre del año pasado. El aumento se debió a una gran oscilación negativa en los ingresos netos por inversiones. Pero, dada una apreciación del 21% de la medida de la tasa de cambio real entre principios del 2009 y marzo del 2015 por parte de JP Morgan, la balanza comercial de bienes y servicios también podría deteriorarse aún más.
Consideremos ahora las finanzas públicas. Inicialmente, el gobierno actuó como si el principal reto fuera el déficit fiscal, y no la necesidad de fomentar la incipiente recuperación. De hecho, el actual déficit estructural será 2,1% del PBI durante este año fiscal, por debajo del 3,9 % del PBI en 2010-11, el primer año durante el cual la coalición ha estado en el poder, según la Office for Budget Responsibility.
Del mismo modo, se pronostica un endeudamiento neto ajustado al ciclo del 3,7% del PBI este año, por debajo del 6,5 % de 2010-11. El argumento que la coalición ofreció para justificar la aplicación de restricciones más rápidamente de lo que el Partido Laborista había prometido fue que era necesario evitar que el Reino Unido fuera afectado por una crisis similar a la que han experimentado países como Grecia. Ahora sabemos que esto fue una advertencia exagerada para un país en la posición del Reino Unido.
A pesar de no alcanzar sus objetivos fiscales, las tasas de interés de la deuda pública del Reino Unido se han mantenido sorprendentemente bajas: el rendimiento de los bonos a 30 años y 50 años es del 2,4%, mientras que los rendimientos de los bonos comparables indexados están cerca de menos del 1% ¿Por qué se debe estar desesperado para evitar un préstamo gratuito? Lo que se necesita en cambio es de endeudamiento que promueva el crecimiento.
En resumen, la economía del Reino Unido ha disfrutado de una débil recuperación, que sin embargo ha generado empleos. El crecimiento de la productividad ha sido terrible. Según el Fondo Monetario Internacional, el PBI per cápita del Reino Unido en paridad de poder adquisitivo fue del 72% de los niveles de Estados Unidos en el 2014, detrás de Alemania con un 84 % e incluso de Francia con un 74%.
La afirmación del ministro de Finanzas, George Osborne, de que el Reino Unido pudiera convertirse en la economía de mayor tamaño y más próspera a nivel mundial para el año 2030 es una fantasía. El riesgo, en cambio, es que se va a quedar todavía más rezagada. Además, los desequilibrios económicos van a hacer que el crecimiento futuro sea más difícil y menos sostenible. Si se eliminara el déficit fiscal, mientras que el déficit por cuenta corriente continuara siendo prominente, el sector privado tendría que manejar un enorme déficit financiero. Esa es una posibilidad aterradora.
El punto de todavía mayor importancia, sin embargo, es que las limitaciones de oferta ahora superan a las de la demanda. Nunca sabremos si una mayor disposición a utilizar el balance del sector público hubiera evitado tal resultado. Para el próximo parlamento, sin embargo, la necesidad económica fundamental es encontrar políticas y programas capaces de producir una economía más equilibrada y más dinámica. Estos son los desafíos contra los cuales deben medirse los programas de los partidos – y dónde se encontrarán sus mayores deficiencias.