"Malas prácticas empresariales pueden alterar y hacer menos dinámico el funcionamiento de los mercados laborales. El costo o impacto negativo de estas prácticas se hace mayor en épocas de contracción de los mercados laborales", indica Falla. (Foto : Victor Gonzales / Archivo El Comercio)
"Malas prácticas empresariales pueden alterar y hacer menos dinámico el funcionamiento de los mercados laborales. El costo o impacto negativo de estas prácticas se hace mayor en épocas de contracción de los mercados laborales", indica Falla. (Foto : Victor Gonzales / Archivo El Comercio)
Alejandro Falla

Hace algún tiempo me contaron esta historia. Juan, quien ya tenía muchos años trabajando en una empresa, presentó su CV dentro de una convocatoria lanzada por otra empresa del mismo rubro. Quería cambiar de aires y mejorar sus ingresos. Su aventura no llegó a buen puerto. No fue contratado. Pensó que su perfil no era el adecuado o que su entrevista no había sido lo suficientemente buena. Años más tarde, de manera casual, se enteraría que existía un acuerdo para no jalarse entre dichas . Nada tuvo que ver su perfil o la entrevista en el resultado. Lo que puso fin a su aventura fue un acuerdo bajo la mesa.

Los acuerdos entre empresas competidoras para no jalarse trabajadores o para manipular de manera concertada el nivel de las remuneraciones de sus trabajadores (para subirlas o para reducirlas) están prohibidas bajo la regulación de competencia. Estas prácticas afectan los niveles de precios (remuneraciones) y la dinámica de los mercados laborales. Son tan ilegales y nocivos como el acuerdo que hicieron algunas empresas para manipular el precio del pollo o el del papel higiénico. Un acuerdo entre los gerentes de recursos humanos para manipular el nivel de remuneraciones de los trabajadores es tan nocivo como uno celebrado entre los comerciales para manipular el precio de la mantequilla o de un seguro. Indecopi nos lo acaba de recordar en una reciente publicación (“Guía Informativa sobre Acuerdos Anticompetitivos entre empresas en el ámbito laboral”). La época es propicia para hacer este recordatorio.

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Entre abril y junio 2,6 millones de personas perdieron sus trabajos en Lima Metropolitana. Restaurantes, agencias de viaje, hoteles, cines entre otros se han visto forzados a cerrar sus puertas llevando al desempleo a muchas personas. Por suerte hay sectores donde se ha incrementado la demanda por trabajadores, existe escasez de ellos e incluso se han elevado los niveles remunerativos. Los médicos ocupacionales y las técnicas de enfermería gozan de una primavera gracias a los “protocolos”. El cambio de hábitos de compra de la gente (más volcada ahora al comercio electrónico) ha generado mayor demanda en actividades de almacenamiento y distribución de productos: ¡Hay escasez de operarios de montacargas! Pese a estos nichos de oportunidades, la calle va a estar muy dura para la mayoría.

Malas prácticas empresariales pueden alterar y hacer menos dinámico el funcionamiento de los mercados laborales. El costo o impacto negativo de estas prácticas se hace mayor en épocas de contracción de los mercados laborales. La recuperación puede hacerse más lenta y compleja por este tipo de comportamientos. Hace bien Indecopi en preocuparse de lo que está ocurriendo en los mercados laborales. Estos han vivido de espaldas y creyéndose inmunes a la aplicación de la regulación de competencia. La calle está lo suficientemente dura como para dejar que “arreglitos” entre las empresas empeoren la situación.

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