La crisis del coronavirus es, además de sanitaria y económica, profundamente laboral: casi 30 millones de personas han perdido su trabajo en América Latina y el Caribe desde febrero, según el Observatorio Laboral COVID-19 del BID. El dato resulta aún más impactante si consideramos que la mayor parte de los afectados son los trabajadores más vulnerables, los informales, quienes no cuentan con mecanismos de protección ante cambios bruscos como los que ha provocado la pandemia.
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El impacto del COVID-19 ha vuelto a poner de manifiesto las deficiencias de los sistemas de pensiones de la región, ya que, aunque fueron diseñados para proteger a los trabajadores, lo cierto es que dejan a muchas personas atrás, sin acceso a los mecanismos de aseguramiento. Ante esta realidad, el ahorro voluntario para el retiro será imprescindible para que millones de personas se aseguren una vida digna en la vejez. Sin embargo, menos de la mitad de los trabajadores de la región ahorran para su retiro, lo que representa un problema serio si se tiene en cuenta el progresivo envejecimiento de la población de América Latina y el Caribe, que se está acelerando.
Ahorrar voluntariamente no es sencillo. A menudo, las personas enfrentamos numerosos sesgos que nos impiden llevar a cabo nuestras buenas intenciones, como es la de ahorrar para nuestro retiro. Dejamos esas decisiones difíciles para más adelante, somos demasiado optimistas y pensamos que podremos seguir trabajando en la vejez, preferimos consumir en el presente… La buena noticia es que, en la actualidad, contamos con dos aliados muy útiles que nos hacen algo más sencillo derribar esas barreras: las ciencias conductuales y las nuevas tecnologías.
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A través de la psicología, de las ciencias del comportamiento, nos es posible saber qué tácticas funcionan mejor para conseguir que las personas cumplan con sus buenos propósitos. La tecnología, por otro lado, no solo nos ofrece la posibilidad de llegar a colectivos de trabajadores que han estado tradicionalmente alejados del sistema de pensiones. También nos ayuda a hacer más fácil el ahorro. Un ejemplo de esto lo encontramos en Perú, donde un piloto del Laboratorio de Ahorro para el Retiro del BID consiguió que centenares de conductores de la plataforma Cabify se diesen de alta en un programa de ahorro a través del aplicativo que utilizan para trabajar.
La unión de los aprendizajes de las ciencias conductuales y el uso de la tecnología también fue fructífera en Colombia, donde otro piloto logró incrementar el ahorro de los trabajadores de bajos ingresos mediante el envío de recordatorios por SMS. En este caso, observamos cómo el éxito de estos mensajes era mayor cuando se les incorporaban metas concretas de ahorro.
Para llevar la seguridad social al siglo XXI, es necesario encontrar nuevos mecanismos para que la población ahorre de forma voluntaria para el retiro. Así, diferentes iniciativas están fomentando el ahorro a través del consumo. En Perú, por ejemplo, a través de un acuerdo entre AFP Prima y Repsol, los trabajadores pueden contribuir a sus fondos de pensión al echar gasolina. En México, CONSAR ha estado impulsando estas nuevas avenidas, y también ofrecen la posibilidad de realizar aportes al hacer algo tan simple como comprar refrescos en un supermercado. Todo ello, gracias a la psicología y las nuevas tecnologías, el camino que debemos seguir explorando.
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