La pandemia nos reconectó con nuestra humanidad. El dolor y la muerte se convirtieron en compañeros frecuentes frente al enemigo común que no lográbamos entender. Casi de la noche a la mañana aprendimos a vivir con el miedo, el aislamiento, la incertidumbre, las nuevas ausencias, para pasar a trabajar, interactuar y conectarnos de maneras diferentes. Pese a lo terrible de la pandemia, nos adaptamos, fuimos solidarios, flexibles, resilientes y muy humanos.
El Perú sufre nuevamente y hoy el gran enemigo es el virus del miedo el que, a través de la violencia, la muerte y la destrucción nos quieren imponer algunos que con agendas ocultas tratan de tomar el país por asalto. Y lo hacen a sabiendas de que el miedo, la incertidumbre y la inseguridad nos paralizan, nos desconciertan, nos estresan, nos hacen sentir muy vulnerables, nos quitan la capacidad de planear, de hacer, solucionar, resolver, avanzar y soñar. El miedo nos sumerge en un plano temporal inmanejable, donde el corto plazo es mañana, el mediano plazo es la siguiente semana y el largo plazo es con suerte llegar a fin de año.
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Pero como en toda crisis, algunas luces surgen al final del túnel. Y para mí, esa luz la trajo una encuesta publicada por Ipsos para Lampadia esta semana con un potente indicador que me dio esperanza. Y que es, además, extraordinario: el 95% de los peruanos –sí, el 95%– estamos de acuerdo con que la violencia de las protestas que han sucedido en varias regiones del país perjudica la economía de las pymes y de los trabajadores. Ese indicador del 95% nos dice que estamos unidos en sintonía con el dolor de los emprendedores, los formales y los informales, de los que han quedado aislados, los que sufren por llegar a su trabajo, los que no logran hacerlo, los que no lo tienen, los que lo están perdiendo todo.
Así, creo que hoy nos toca nuevamente conectar con nuestra humanidad y solidaridad. Nos toca tratar de ayudar, desde nuestros distintos roles, a tantos que sufren por el miedo, por su economía afectada, por el aislamiento y la incertidumbre. Nos toca empatizar también con cada miembro de nuestra familia, amigos, vecinos, colegas, conocidos, clientes, proveedores, fuerzas del orden. Nos toca preguntarles sobre cómo sienten, cómo les afectan el miedo, la inseguridad y la incertidumbre y cómo están impactando estos en su salud y bienestar. Y, sobre todo, preguntarles con verdadero interés cómo podemos ayudarlos para tratar de hacerlo, mientras apoyamos también a tantos que están ya organizados trabajando lealmente para ayudar a los más afectados.
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Como ven, hoy escribo desde el corazón y aunque me gustaría darles muchos tips e ideas de resiliencia, liderazgo o empleabilidad aplicables a un momento como este, hoy siento que lo mejor que puedo ofrecer es tratar de inspirar hacia esa actitud solidaria, tan humana, creativa y generosa que tenemos los peruanos cuando realmente lo necesitamos para ponerla al servicio de tantos que sufren hoy aún más que antes. Necesitamos inspirar, ojalá, la determinación de cada uno de nosotros, para que, desde nuestro lugar y nuestras fuerzas, desde la paz y el respeto y con genuino amor por el Perú, luchemos con valor para curar y defender a nuestro gran país, su desarrollo y el progreso de todos.
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