Los límites entre el trabajo y la vida personal se han desdibujado en esta época de cuarentena por el coronavirus. Con más de un millón de personas que han visto sus puestos de trabajo destruidos entre febrero y abril, negarse a laborar horas de más ya no es una opción.
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“Me pueden llamar un sábado o un miércoles a las 8 p.m. diciéndome que necesitan algo urgente. Entonces cómo decirles que no”, explica Alessandra Guerra, quien trabaja en servicio al cliente. Ella es también madre de un bebe de un año y su hora de lactancia se ha visto perjudicada con el trabajo remoto. “Casi nunca puedo usarla, porque piden que me conecte desde muy temprano”, se lamenta.
Guerra, no obstante, reconoce que esta forma de trabajar le permite gozar más de los primeros años de su hijo y hasta ha conseguido ahorrar considerablemente al cocinar en casa para su familia.
Otros trabajos que si antes de la pandemia ya eran demandantes ahora lo son más si es que se vive con una familia numerosa y sin un espacio adecuado para desempeñarse en óptimas condiciones, relata Carla, abogada, quien prefiere trabajar desde su cama todos los días para evitar distracciones. “Si sale temprano alguna norma yo abro mi laptop, trabajo y así no pierdo tiempo”, cuenta.
Carla sabe que esto no es saludable, por lo que entre sus planes está comprar una silla gamer para organizar mejor su espacio de trabajo. También una nueva laptop.
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Y si bien la abogada antes demoraba dos horas en el tráfico limeño para llegar a las 9 a.m. a la oficina y terminar sus labores a las 8 p.m.; ahora, su horario de sueño se ha transformado.
“Me despierto temprano para responder algunos correos y mensajes de WhatsApp y después vuelvo a dormir, porque ya no hay monitoreo de que estoy en la oficina. Luego despierto y en lo que termino de desayunar ya es casi medio día y tengo que empezar con mi trabajo, y al mismo tiempo después tengo que almorzar, o por lo mismo que me he amanecido duermo un rato. Ya en la noche es que estoy más activa, pero no es suficiente, no me da el horario. Termino mi trabajo hasta las 3:30 a.m. en promedio. Y me levanto temprano de nuevo para que vean que estoy respondiendo. Así es mi ciclo”, relata.
Pero, ¿a qué se debe este desajuste de horario? “Existe una sensación de que ya estoy en mi casa y debo trabajar cuando pueda, pero eso no es cierto”, recalca Jaime Cuzquén, socio del área laboral de KPMG. “Los horarios de trabajo y condiciones laborales no han cambiado, solo el lugar donde se hace el servicio”, añade.
Pero la realidad es otra. Sobre todo cuando aparecen distracciones propias del ambiente hogareño con más personas aglomeradas.
“Los límites de mi jornada laboral ya no están para mí”, nos cuenta Carla. Este sábado, se acostó a las 6:30 a.m para despertar a las 10 a.m. y terminar un trabajo pendiente.
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Los que ya estaban preparados
Algunos trabajadores sí ven beneficios en el trabajo remoto y hasta notan mejoras en su rendimiento. Por ejemplo, William Martínez, desarrollador de software, quien anteriormente ya había laborado casi por un año de manera remota, considera que no ha tenido cambios radicales en su jornada laboral.
“En el día puedo trabajar concentrado unas cinco horas y de ahí me distraigo. Pero siempre estoy atento a lo que me pueda comentar mi jefe”, explica. “No trabajo por horas, sino por cumplir tareas en específico”, añade.
La cuarentena, además, sí encontró preparado a Martínez: “Ya me había preparado un espacio de trabajo, tenía una buena silla, un buen monitor y computadora, y accesorios para trabajar bien desde casa”, relata. El desarrollador de software consiguió su puesto en medio de la pandemia, en mayo; e incluso fue parte de un proceso de contratación internacional que le daba la oportunidad de trabajar remotamente de manera indefinida.
Es innegable que el sector de tecnología es uno de los más preparados para adaptarse a esta nueva normalidad, tanto por la naturaleza de algunas posiciones que suelen funcionar de forma autónoma, así como la flexibilidad y mentalidad de las empresas para rediseñar su forma de trabajo de lo físico a lo remoto, como lo indicó a El Comercio, Maria Costa, CEO de Laboratoria.
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Este último punto —la flexibilidad de su empresa— y el alto nivel de coordinación de equipo son algunas de las razones por las que Víctor Vidal, analista de finanzas, considera que sus labores se pudieron reajustar rápidamente a realizarlas desde casa, cuando antes lo hacía en un espacio de coworking.
“Al inicio estábamos bastante confundidos con cómo hacer las actividades, tomó semanas organizarnos y programar reuniones de coordinación e interacción entre nosotros. La idea de una oficina no es solo trabajar, sino es la parte de tener compañeros de oficina. Tenemos tres reuniones fijas, lunes de coordinación de todas las áreas, jueves en que nos turnamos para hacer un juego en grupo, y los viernes que tenemos una reunión final para ver objetivos y proyecciones hacia la siguiente semana”, explicó.
“Es un tema de bastante comunicación interna también [...] No nos mandamos correos ni hablamos del trabajo entre las 7 p.m. y las 7 a.m. Es una regla que nos hemos puesto. Otra regla es que no hay nada de trabajo durante los fines de semana”, acota.
Además, tiene ciertas licencias para demorarse más tiempo en el desayuno o almuerzo, pues se debe preparar las comidas y salir a comprar víveres. Con ello, ha logrado ahorrar en comer en restaurantes cerca a su trabajo, tampoco gasta los S/100 mensuales que destinaba en pasajes, ni ha comprado ropa en temporada de invierno.
“Lo que más extraño ahora es mi silla, porque mi espalda está sufriendo un montón”, reconoce. “Hace dos semanas, me he comprado una silla que hasta ahora no me llega”, precisa. Ahora usa una silla de comedor con una almohada en la espalda para evitar más dolores.
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Los cambios pendientes
El trabajo remoto, aunque aprobado en medio de una crisis (un día antes de aplicarse el estado de emergencia), se perfila como una modalidad de trabajo que llegó para quedarse, explica Javier Dolorier, socio del estudio Gálvez & Dolorier Abogados. “Muchas empresas, por razones de seguridad, lo que harán es alternar días de trabajo remoto y días presenciales reduciendo la jornada”, agregó.
La modalidad de trabajo estará vigente hasta el 7 de setiembre. No obstante, existen cambios pendientes, sin llegar a normas inaplicables como la del teletrabajo.
Actualmente, no es una obligación que el empleador asuma los gastos que el trabajador paga para adecuarse a trabajar desde casa; y algunos compran por su parte, por ejemplo, una silla ergonómica adecuada para permanecer largas jornadas de trabajo.
Para Jaime Cuzquén, socio del área laboral de KPMG, se debe especificar una fórmula que permita este pago, pero de una manera razonable y de forma compartida en ciertos casos.
“La razonabilidad es un elemento que se debe introducir. Puede ser que la empresa le compra una computadora para fines laborales. Pero luego de la jornada, el trabajador puede hacer un uso no laboral de la máquina que la empresa no necesariamente lo asumirá. A ese equilibrio se debe llegar”, añade.
Ante la reincorporación de más actividades a la reactivación económica, además, se deberá pensar en las modalidades de trabajo que reciben salarios en función a otras variables, indicó Dolorier.
“Los vendedores comisionistas, quienes salen a vender a la calle, pero que dada a la situación hacen su labor en su domicilio. ¿Cómo se regula el pago de estos vendedores, en un contexto de manera remota? Debe haber una regulación para este modo de ventas remoto”, ejemplificó.
Asimismo, los abogados coinciden que debe prevalecer el derecho a la desconexión, una medida que restringe la responsabilidad de responder correos o mensajes con fines laborales fuera del horario de trabajo.
“Hay que establecer criterios para que ambas partes respeten la jornada laboral", agregó Dolorier.
Una de las dificultades, no obstante, es que la mayoría de empresas no tiene un sistema de vigilancia que controle las horas de entrada y salida de manera remota, señala Cuzquén.
Ante ello, una opción es generar mecanismos para que los salarios no se sustenten en montos permanentes, sino que varíe en función a los resultados. “Ya no interesa el tiempo de dedicación, sino el resultado. Cambiar ese chip no solo implica un cambio en la legislación, sino en las tendencias [de empleo y organización interna]”, explica.
"Se debe apuntar a los trabajos por metas y no a las jornadas laborales rígidas, coincide Dolorier.
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