Decía el viejo Tim, irrepetible fabricante de frases que desparramaban ingenio, que se iría a la tumba sin saber por qué César Cueto no dio un pase bueno en España 82.
Probablemente el técnico brasileño conocía la respuesta –entre las versiones que intentan explicar lo ocurrido se menciona un serio problema personal– , pero prefirió guardársela y dejar al resto de mortales con la incógnita de dónde dejó olvidado el buen fútbol aquella selección maravillosa.
Como esa existen otras incógnitas que nos persiguen por años, unas más terrenales y anecdóticas (¿por qué hay tan pocos buses de la línea C del Metropolitano?), otras más profundas (¿somos fruto de una creación divina o un accidente del universo?).
La semana que se termina ha sido testigo del surgimiento de una de ellas. Ocurrió durante una sesión de la Comisión de Educación del Parlamento en la que se discutían modificaciones a la Ley Universitaria. El video con los rostros amodorrados de los congresistas o la manera cómo algunos se entretenían con sus teléfonos mientras otro hacía uso de la palabra son elocuentes. Todo marchaba dentro de lo normal.
Hasta que Bienvenido habló.
“Existe una enfermedad que se llama síndrome de Alzheimer. El síndrome de Alzheimer se da en aquellas personas que estudiaron mucho y que leyeron mucho. Y uno de ellos son los profesores”, disparó a mansalva Bienvenido Ramírez, congresista por Tumbes. Lo hizo, pese a ser médico, sin anestesia.
“Quizá el síndrome de Alzheimer lo tengamos a los 60 o a los 70 años, pero va a llegar en algún momento. Eso está comprobado científicamente, lo dice la literatura médica”, abundó el representante de Fuerza Popular.
Lo indignante de tales afirmaciones no son únicamente su desprecio por la lectura –solo alguien que no lee puede lanzar afirmación tan temeraria–, sino lo que representan para las familias de los 300 mil peruanos que padecen de este mal.
Es imposible explicar con palabras la impotencia que se siente ante la progresiva pérdida de la memoria de un ser querido, sus súbitos cambios de comportamiento, la manera cómo esa persona otrora vital se marchita lentamente, haciendo aun más doloroso el camino a su final para quienes lo rodean.
No basta con rectificarse, a esas familias el señor Ramírez les debe una disculpa.
¿Pero cuál es la incógnita? Pues cómo a pesar de años con ‘comeoros’, ‘robacables’ y ‘mataperros’, seguimos eligiendo como congresistas a personajes que ni siquiera por un mínimo acto de pudor son capaces de esconder su ignorancia y menosprecio por la inteligencia de los demás.
Como Tim, creo que nos llevaremos esa incógnita a la tumba.
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