Las constantes denuncias por violaciones y feminicidios han generado una ola de manifestaciones en todo el mundo. En la foto, una marcha en Argentina tras el secuestro y asesinato de una joven de 16 años. (AP)
Las constantes denuncias por violaciones y feminicidios han generado una ola de manifestaciones en todo el mundo. En la foto, una marcha en Argentina tras el secuestro y asesinato de una joven de 16 años. (AP)
Renzo Giner Vásquez

La imagen de Eivy Ágreda cubierta con polvo químico para apagar las llamas que quemaron el 65% de su cuerpo ha quedado grabada en nuestras retinas. El terrible caso es, además, un recordatorio de que a diario los centros de emergencia mujer (CEM), servicio especializado del Ministerio de la Mujer (MIMP), atienden unos 348 incidentes nuevos de violencia.

En busca de respuestas a una situación que parece agravarse con el paso de los años conversamos con Patricia Carrillo, coordinadora del Programa Sexualidad y Autonomía Física del movimiento Manuela Ramos.

“Para el empoderamiento son fundamentales tres autonomías desarrolladas: la física, la autonómica y la económica”, explica.

—Hablemos de la física.
La sexualidad es un elemento central en ella, tiene que ver con el cuerpo porque ahí también se inscribe la dominación masculina. Parte de cómo ganamos esta autonomía tiene que ver con cómo asumimos este cuerpo como nuestro territorio y cómo un espacio en el que decidimos y tenemos control. Para eso nosotros tenemos un programa llamado Generando Cambios Intergeneracionales para la Garantía de los Derechos Sexuales y Reproductivos, con el que promovemos la educación sexual e integral en las escuelas.

—Hay quienes aún temen que se hable sobre educación sexual en los colegios.
Exactamente. Pero es porque la sexualidad siempre ha sido entendida como el coito. Junto a Medicus Mundi Gipuzkoa y el gobierno vasco lanzamos este programa en 16 instituciones educativas de Ucayali, Ayacucho y San Juan de Miraflores. Y en tres años hemos logrado que más de 9.200 estudiantes puedan acceder a una educación integral provista por sus propios docentes.

—¿Qué hicieron exactamente?
Lo imposible. O al menos lo que dicen que es imposible.

—[Silencio]…
Logramos transversalizar la currícula educativa sin contravenir las disposiciones del Ministerio de Educación sino basándonos en las que ya existen desde el 2008. Tradicionalmente se entendía a la educación sexual como algo que se veía desde tutoría…

—¿Y no es así?
¡No! Tenemos sesiones de matemáticas que abordan la sexualidad e igualdad de género, sesiones de historia, de arte, de educación física. Te sorprenderías si vieras cómo usan las ecuaciones para hablar de igualdad.

—¿Qué impacto puede tener esta enseñanza?
La educación ayuda o daña en tanto contribuye a mantener relaciones tradicionales de género o ayuda a transformarla. Una educación con enfoque de género permitirá que las niñas entiendan que son dueñas de sus cuerpos y los niños entenderán que si no queremos estar con ellos, deben aceptarlo y no vengarse por eso, entender que no somos de su propiedad.

—Hay quienes en lugar de prevenir proponen, como una solución, la pena de muerte para violadores.
¿Y qué ganamos matando a los violadores si tenemos una sociedad que sigue produciendo hombres que matan, pegan, violan, agreden y acosan? La pena de muerte no resuelve nada, lo que debemos dejar es de producir hombres que someten y mujeres que son sometidas. Por eso la prevención es fundamental, pero se ha hecho muy poco. No entiendo por qué hay tanto miedo al enfoque de género.

—Según cifras del MIMP, la mayor cantidad de víctimas son mujeres de 18 a 59 años con educación secundaria completa. ¿Cómo se explica eso?
Ahí te das cuenta cómo esta relación de dominación opera. El patriarcado es un sistema que ha coexistido de manera armoniosa con el feudalismo, la sociedad capitalista, las sociedades rurales, el socialismo o el capitalismo. No hay modelo de sociedad donde no haya existido el machismo, desmontar eso nos tomará muchísimos años pero no podemos seguir pateando el problema para después.

—Parece que no hay salida.
Sí la hay, la prevención. Pero para eso necesitamos que las instituciones respondan, que no abandonen a las mujeres, necesitamos que el Ministerio de la Mujer tenga el mismo presupuesto que el de Desarrollo o el de Economía.

—Y que las mujeres no sean revictimizadas cuando denuncian.
La revictimización y el abandono de las instituciones se da porque para esos funcionarios no es importante lo que nos pasa. Dicen que somos exageradas o mentirosas.

—O que se lo han buscado.
Cuando te dicen eso, en realidad te dicen que el golpe ha sido para meterte al molde de la sumisión. Entonces, si voy a ir para que me ayudes y me dices eso, no voy a regresar. Desde el inicio te das cuenta de que esas personas no te van a ayudar. Por eso cada vez que nosotras trabajamos con funcionarios públicos hacemos un esfuerzo para que conozcan cómo operan estas relaciones de desigualdad en las que a veces deberán intervenir.

Patricia Carrillo, abogada y activista. (Gabriel Meza / El Comercio)
Patricia Carrillo, abogada y activista. (Gabriel Meza / El Comercio)

—Sobre el caso de Eivy Ágreda, hubo quienes dijeron que el agresor estaba loco y eso hasta sonaba a una justificación. Parece que siempre hay una excusa.
Patologizar la violencia masculina es, de alguna manera, quitarles la responsabilidad que tienen la cultura y la sociedad en la producción de esta violencia machista. La propia Sociedad de Psiquiatría ha dicho que es un error patologizar la violencia, este es un problema cultural. Y gracias a Dios que es cultural y no natural, porque lo cultural se puede transformar.

—Según datos de los centros de emergencia mujer, el año pasado se registraron 95.317 casos. Esos son 62.105 casos más que hace 10 años. ¿Qué refleja esto, que se denuncia más o que hay más abusos?
Hemos tenido muchas discusiones al respecto. Hay quienes dicen que el odio a las mujeres se ha incrementado, estamos en una cultura de odio hacia las mujeres. Yo creo que si bien se denuncia más, también hay más casos de abuso. Han subido ambos.

—¿Qué les diría a las mujeres que están pasando por una situación así, que fueron a denunciar y no fueron escuchadas?
Que acudan al Ministerio de la Mujer y a otras mujeres cercanas, de su propio entorno. Yo llevo 36 años trabajando con estos temas y sé que es muy difícil decirles que no guarden silencio, sé que pueden pasar décadas para que logren hablar porque viven amenazadas, les dicen que matarán a sus hijos o a ellas, viven con mucho miedo. Pero deben hacerlo. Y a las autoridades les digo que deben responder, han abandonado a las mujeres.

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Perfil del entrevistado

Patricia Carrillo
Activista en el movimiento Manuela Ramos
Tengo 53 años. Estudié Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hace 36 años trabajo en busca de la igualdad de género, el año pasado volví a Manuela Ramos luego de 24 años. Mis hobbies son leer y desarrollar actividades con mi hija y mi sobrino.

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