Cuando uno es estadístico, es preferible no intentar hacer de su profesión el tema de conversación en fiestas o cenas con amigos, por lo aburrido o difícil de entender que puede sonar, dice el reconocido profesor sueco de Salud Global y creador de Gapminder, Hans Rosling. Pero también afirma que esta profesión le ha dado una posibilidad única de ver el mundo.
Más allá de los eventos sociales, en su documental “La alegría de la estadística”, Rosling empieza con la siguiente frase: “No estoy bromeando, la estadística es ahora el tema más sexy del planeta”. Entre gustos y colores, muchos de nosotros podemos no coincidir con su declaración, pero lo cierto es que Lima sería otra con la ayuda de la estadística, una ciudad más segura y ordenada.
En este sentido resalta uno de los planes de acción acordados en la Quinta Reunión de Ministros (del Interior) de las Américas, organizada por la OEA y llevada a cabo en Lima esta semana: se va a trabajar en fortalecer las estadísticas nacionales y regionales en materia de seguridad ciudadana.
Puede sonar contraintuitivo que para enfrentar la inseguridad ciudadana, la estadística sea una de las mejores armas. Y quizá suenen mejor frases como “que los serenos usen armas no letales”, “que las penas sean más severas” y “que las Fuerzas Armadas salgan a patrullar las calles”. Sin embargo, estas son solo medidas populares y reglas de oro que no traen verdaderas soluciones.
Las armas no letales, en realidad, son solo menos letales y con ellas se pueden cometer abusos. Por ello, quien tenga la autoridad de decidir quién las utiliza (alcaldes) y de utilizarlas (serenos) tiene también la responsabilidad, valga la redundancia, de responder por lo que se haga con ellas. Así como el alcalde de San Isidro, Manuel Velarde, ha tenido que dar la cara por el abuso de tres de sus fiscalizadores contra un hombre.
Asimismo, endurecer sanciones no tiene un efecto directo en la disminución de la criminalidad. Si un delincuente no cree que es posible ser capturado, o en todo caso sentenciado, poco le importa si se endurecen las penas por los delitos que cometa. Y por último, las Fuerzas Armadas no están capacitadas para batallar con la delincuencia organizada o desorganizada. Esa es tarea de la inteligencia policial.
Y es justamente la estadística, la principal herramienta de la inteligencia policial y de las instituciones encargadas de combatir la inseguridad. Si hubiera una base de datos unificada –esto significa que las cifras que manejan la policía, la fiscalía y las municipalidades sean las mismas y que, además, sean confiables– sobre los delitos cometidos y su frecuencia, el perfil de los delincuentes y de las víctimas, así como los distritos, esquinas y calles donde se cometen, la policía podría hallar patrones de criminalidad y, con mayor éxito, capturar a los delincuentes.
Para que un médico cure una enfermedad, necesita primero hacer un diagnóstico; para combatir la inseguridad, un mapa del delito.