"Isabel", por Roxanne Cheesman
"Isabel", por Roxanne Cheesman
Redacción EC

Isabel de Castilla (1451-1504) tiene mucho que ver con el Perú y con América pues su decisión de apoyar financieramente la expedición de Colón en 1492 definió el curso que tomó nuestra historia. Sobre ella, Televisión Española ha producido una serie que es una apasionante cátedra de historia y de política. En 39 capítulos, con excelentes actores y bellísimos escenarios, se reviven las pasiones y conflictos a través de los cuales se construyó la unidad de España (hasta entonces un conjunto de reinos independientes y pobres), el espíritu del descubrimiento de América, la reconquista del territorio ocupado por los árabes y sobre todo, la personalidad y objetivos de quienes llegaron a esta parte del mundo, de quienes heredamos muchas pasiones y formas de hacer política.

Isabel obtuvo el trono a pesar de no ser la legítima heredera. Con el apoyo de los señores feudales –amos de ciudades y de ejércitos propios–  y del obispo Carrillo, sacó del juego a su sobrina Juana, al poner en duda la paternidad de su hermano el rey Enrique. A la muerte de este se autoproclamó reina y a través de su matrimonio con Fernando de Aragón, unificó Castilla con ese reino vecino aunque, a pesar del amor entre los personajes, solo permitió a Fernando el papel de Rey Consorte, sin  poder propio.

La unión de Isabel, frágil heredera en Castilla, con un hombre sagaz y guerrero, sumada al catolicismo fanático de ambos,  le dio la fuerza que necesitaba para legitimarse como reina, expulsar militarmente a los árabes de Granada (por lo que ambos recibieron el título de Católicos) y perseguir y torturar cruelmente con la inquisición a los judíos. A cambio, brindó a Aragón un futuro apoyo castellano en su lucha con el rey de Francia y los señores de Cataluña. 

Aparecen en la historia dos Papas –uno el español Alejandro Borgia– que a cambio de generosas donaciones autorizaron o vetaron el matrimonio real de primos, anularon otros enlaces, e impulsaron la intolerancia religiosa agudizada con el tiempo en la pareja, que impuso la Santa Inquisición y su hoguera bajo la dirección del implacable cardenal Cisneros.  

También es protagonista Cristóbal Colón, que había ofrecido su proyecto a diferentes reinos (Portugal, Francia, etc.), y a quien Isabel decidió apoyar (tal vez por la atracción que sobre ella ejerció el marino), a pesar de las dudas sobre el éxito de su misión y de la mala situación económica del reino. El tiempo le dio la razón, pero ella no vivió lo suficiente para ver el inmenso poder que conseguiría España gracias a su apoyo visionario a la aventura.

Después vendrá el paciente enlace de los hijos de Isabel y Fernando con los reyes de Portugal, Inglaterra y el heredero del Imperio Germánico. De este último nacerá Carlos V, el emperador en “cuyos dominios no se ponía el sol”, bajo cuyo reinado se fundó Lima, hace 480 años.

Viendo la serie es inevitable preguntarse cuán diferente hubiera sido nuestra historia si Isabel no se imponía como reina y decidía la conquista española de América. Y pensar además como nuestra política “criolla” tiene en los genes los mismos apetitos, odios e intolerantes “espíritus de cruzada”, aunque valga decir, aquella, a pesar de su crueldad, llevó a la grandeza. La actual, a veces, parece conducir a la abyección.

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