Los Juegos Panamericanos 2015 terminaron el domingo pasado. Estuve en Toronto durante el megaevento y visité uno de los proyectos construidos como parte del legado de los Juegos. Se trata de la renovación del Queens Quay, un proyecto de más de 120 millones de dólares, diseñado por la firma holandesa West 8. Este proyecto no contiene ningún complejo deportivo, ni sirve de conexión, sin embargo, es probablemente la obra más importante en términos de su aporte a la ciudad.
El proyecto se emplaza a lo largo de una concurrida avenida que bordea el lago Ontario, teniendo como objetivo renovar el litoral costero de la ciudad con un nuevo y emblemático espacio público de escala metropolitana. Se convirtieron cuatro carriles de tránsito vehicular (abarcando dos kilómetros) en dos carriles vehiculares, una vereda peatonal de siete metros de ancho y una ciclovía de cuatro metros.
El municipio de Toronto decidió enterrar todas las playas de estacionamiento que se encontraban a lo largo del terreno para convertir el borde del lago en un sistema de plazas, parques y playas artificiales (todos accesibles a través de un nuevo sistema de trenes ligeros, LRT, a nivel de la calle). Este nuevo malecón fue subdividido en secciones, y cada sección fue diseñada por una firma de arquitectos diferente, convocada a través de concursos internacionales. En el malecón se encuentran varios equipamientos que activan el espacio a lo largo del día: cafés, teatros, restaurantes, mercados públicos, y estaciones de alquiler de bicicletas y canoas. La ciclovía es usada por una gran cantidad de personas, y es suficientemente ancha como para contener este movimiento sin afectar el flujo peatonal a lo largo del lago.
Varios profesionales que trabajan en el centro financiero de la ciudad me comentaron durante mi visita que el proyecto había cambiado sus vidas, pues ahora utilizaban esta ciclovía, no el automóvil, para llegar a sus trabajos. En una caminata breve vi gente practicando vóley playa, un concierto al aire libre y el lanzamiento de un nuevo libro. Pude ser testigo, aunque sea anecdóticamente, de cómo un proyecto de esta envergadura era capaz de cambiar los hábitos y mejorar la calidad de vida de sus usuarios.
Ahora, después de la clausura de los Juegos, la ciudad ha regresado a su rutina cotidiana. El proyecto sigue activo y lleno de vida.
Para Lima, ciudad que tomará la posta de los Panamericanos en el 2019, este precedente supone un nuevo estándar para los Juegos, ya que nos invita a imaginar cómo el legado de los Panamericanos puede ir más allá de la infraestructura deportiva y las medallas que podamos ganar para crear espacios emblemáticos, públicos, donde la rentabilidad económica del evento pueda ir de la mano con una democratización espacial de la ciudad.