“Yo empecé a donar sangre en 1996, cuando tenía 23 años. Un familiar muy cercano tuvo leucemia y estaba hospitalizado en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN)”, cuenta Juan Eduardo Torres, publicista de 48 años.
En el 2012, en una de sus visitas al INEN para donar sangre, conoció a dos niños que tenían la misma edad que sus hijos. “Ahí vi la desesperación que siente un padre al no conseguir un donante. Desde entonces me comprometí aun más con esto”.
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Según el Ministerio de Salud (Minsa), Torres tiene el récord nacional de donantes de sangre: lo ha hecho 50 veces. Con esta trayectoria probablemente haya logrado mejorar o salvar la vida de al menos 150 personas del grupo O+. “De una unidad [450 centímetros cúbicos de sangre] se pueden extraer: glóbulos rojos, plaquetas y plasma. Lo que quiere decir que serían tres personas beneficiadas por cada donante”, sostiene José Fuentes Rivera, director ejecutivo del Banco de Sangre y Hemoterapia del Minsa.
Fuentes resalta que no existe una verdadera cultura de donación en el país: “El año pasado solo el 1,22% de la población peruana donó sangre. Este año tenemos como meta llegar al 2%”.
El titular de la Dirección General de Donaciones, Trasplantes y Banco de Sangre (Digdot), Juan Almeyda, indica que en el Perú se necesitan alrededor de 624.748 unidades colectadas cada año. Sin embargo, en el 2018 solo se lograron recaudar 382.586 unidades en todo el país (el 62% de lo requerido). El déficit es de 242.162 unidades.
“La sangre lleva todo lo bueno y malo de nuestro cuerpo, así que cuando donas, también eliminas lo malo. En una época yo jugaba fútbol hasta cuatro veces por semana, nunca me he sentido mal después de donar”, confiesa Juan Eduardo Torres para derribar los mitos que existen sobre el tema.
—A falta de donantes—
Fuentes informa que todos los días en los hospitales hay gente inescrupulosa cerca de las zonas de emergencia o incluso dentro de los centros de salud que se ofrecen para dar su sangre a cambio de dinero.
Esta práctica no es un delito, pero representa un riesgo sanitario ya que se trata de personas poco confiables. “Pese a los avances tecnológicos, hay períodos de siete días de ventana [en esta etapa las pruebas de descarte de VIH son negativas a pesar de que la persona tiene el virus y puede transmitirlo]. Por eso un principio para ser donante es decir la verdad, ya que hay ciertas prácticas que son de alto riesgo y si una persona miente para donar, pone en riesgo a los receptores”, explica Fuentes.
El especialista señala que el negocio de la venta de sangre se evitaría si los bancos de sangre tuvieran el 100% de abastecimiento gracias a donantes voluntarios. Esta se utilizaría para pacientes críticos que requieran transfusiones de emergencia, como aquellos que llegan por accidentes de tránsito, quemaduras o con complicaciones en el embarazo.
En el caso de los pacientes con operaciones programadas se suele pedir a los familiares la reposición de la sangre empleada.
Sin embargo, la realidad está alejada de lo óptimo. En el 2018, de todas las unidades colectadas en el país, solo el 9,85% (37.677) correspondió a donantes voluntarios; las restantes procedieron de donantes por reposición 90,15% (344.909).
Contra esta problemática quiere luchar Torres, quien ha donado entre dos o tres veces al año en los últimos 25 años. “Muchos me dicen que estoy loco, pero esta es mi manera de ayudar”, señala.