- ¿Es o no es un desinfectante?
- Sí, pero hay otros tipos de medicamentos que hasta han sido explosivos y ahora se usan en la medicina.
Nueve de la mañana, miércoles 16 de junio. La comisión investigadora del Congreso creada para analizar si sirve el dióxido de cloro (CDS) contra el COVID-19 debuta con un intento por diferenciar a este producto de la lejía. Hay una duda razonable detrás [¿Puedes beber aquello con lo que desinfectas un piso?] y el grupo de nueve parlamentarios ha decidido empezar por las definiciones. El ‘ser o no ser’ de un compuesto sin autorización para consumo humano ni respaldo de las autoridades sanitarias que lleva años siendo promovido en el mercado informal como cura del cáncer, diabetes, Sida, y, claro, del coronavirus.
MIRA | Dióxido de cloro | Una comisión investigadora sin sustentos
El primer invitado es Gabriel Vargas Arana, ingeniero químico del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), y su respuesta a la pregunta del congresista Jorge Pérez abre esta nota. En los 40 minutos que dura su exposición, el ingeniero químico explica que el dióxido de cloro, efectivamente, no es una lejía porque tiene una composición química distinta. Aunque la función es similar –él mismo, como representante del IIAP, ha donado este producto para desinfectar ambientes hospitalarios en Loreto–, Vargas dice que el CDS es un desinfectante amigable con el medio ambiente, que tiene un potencial de oxidación bajo y es “menos dañino para las células”. Lo que no explica es qué efectos podría causar el consumo de este producto.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA), la Agencias Europea de Medicamentos (EMA), el Instituto Nacional de Salud (INS) y la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) sí lo han hecho: desde insuficiencia respiratoria, ritmos cardíacos anormales, insuficiencia hepática aguda hasta vómitos y diarrea severa.
La siguiente presentación es de la médica Lida Obregón, directora del Instituto de Fitoterapia Americano, y segunda versión a favor del CDS. Ella y un grupo de médicos, junto a Vargas Arana, presentaron en agosto del año pasado un pedido al Instituto Nacional de Salud (INS) para que se apruebe un protocolo de investigación clínica sobre los efectos de este producto en pacientes de COVID-19. Según la propia versión de Obregón, el documento fue devuelto para que se cumplan siete requisitos, uno de los cuales implica el consentimiento informado de instituciones donde se reclutarán pacientes, algo que para la médica es imposible de conseguir por lo que llama una “persecución” de sus investigaciones.
El respaldo de Obregón al producto se sustenta, según dice, en que “no existe reporte científico” sobre muertes por ingesta oral de CDS. A las advertencias sobre los riesgos a la salud de entidades nacionales o internacionales las califica como un intento de generar alarma y satanización. Defiende que la seguridad del producto depende de las dosis de consumo y pone como ejemplo que la una molécula de la nitroglicerina se use como vasodilatador cardiaco. “¿Alguien podría decirle a un cardiólogo que está usando un explosivo?”, dice.
Menciona que el producto se investiga desde hace 70 años, que se usa para la industria de tratamiento de agua potable, blanqueamiento del papel, el sector agroindustrial, desinfección de alimentos. Durante una hora, enumera estudios que hablarían sobre el efecto positivos frente a bacterias, hongos y virus. Dice que tiene once casos de pacientes que se curaron del COVID-19 por el consumo oral del CDS. Menciona testimonios de personas que mejoraron las secuelas del virus por el mismo producto. Su posición es que el CDS funciona para antes, durante y después del contagio. Para todo y contra todo, básicamente.
Para respaldar el presunto efecto positivo contra el COVID-19, pone como ejemplo la experiencia del distrito de Cacatachi (San Martín), donde el alcalde Edgar Cotrina decidió “procesar y obsequiar dióxido de cloro a los ciudadanos” desde julio. En cinco meses, sostiene, 406 personas se contagiaron, dos de loas cuales murieron, en una población de 3.600 personas. Solo el 11%, enfatiza. Todos habían consumido CDS. Pese a ser una baja incidencia, es mayor que el promedio nacional. De 33 millones de peruanos, a la fecha hay poco más de 2 millones de casos positivos (6,6%).
Antes de terminar su exposición. Obregón asegura que en 1988 una revista de la Nasa calificó al dióxido de cloro como antídoto universal. “Lo dejo para la reflexión”, indica. Lo cierto es que dicha información es falsa. El artículo en mención hablaba sobre un producto para purificar aires acondicionados sin fines médicos y puede verificarse en este enlace de la página oficial de esta entidad estadounidense.
También menciona la célebre frase atribuida a Albert Einsten: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Lamentablemente, esta tampoco es real. Al menos así lo señaló en el año 2018 la revista Nature.
La tercera invitada es la médica Rita Denegri. Ella explica el “mecanismo de acción y prevención del contagio” y asegura que el clorito de sodio, principio activo del CDS, tiene efectos contra enfermedades crónicas, cáncer, diabetes, hepatitis. “Muchas de las burlas van en función a cómo va a servir para todo. Es un inmunomodulador, esa propiedad es la que presuntamente permite que las personas alivien diversos males”, justifica.
Tres horas con siete minutos después, la primera sesión de la comisión investigadora termina sin una posición que refute las declaraciones de los entrevistados. Posemoscrowte Irrhoscopt Chagua Payano, promotor de la creación del grupo de trabajo y uno de los parlamentarios que más ha cuestionado la vacunación, adelanta que convocarán al Ministro de Salud, representantes del INS, de la Digemid, Digesa y de otras entidades que han rechazado el dióxido de cloro. Los congresistas tienen 30 días para dar sus resultados. Hasta ahora, ninguno ha cuestionado con firmeza al desinfectante.
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