(Foto: Fernando Sangama / @photo.gec)
(Foto: Fernando Sangama / @photo.gec)
Pedro Ortiz Bisso

Nuevamente empiezan a leerse, y escucharse, historias de familias enteras contagiadas con el COVID-19 o desesperados pedidos por una cama UCI. El ritmo de infecciones aún está lejos de alcanzar los índices de agosto, pero crece a una velocidad que asusta.

¿Las próximas víctimas? El virus no discrimina y cualquiera puede caer, pero hay un segmento de la población que parece haber comprado todos los boletos: la clase media y los sectores más acomodados, que por tener un empleo formal y más ahorros cumplieron con las restricciones durante la primera ola. Pero con las fiestas de fin de año y el inicio del verano han relajado sus cuidados, retomando sus actividades prepandemia: reuniones familiares, salidas a comer, viajes y fiestas.

“Todos nos cuidamos”, “estuvimos con mascarillas”, “nos hicimos la molecular” son frases que empiezan a convertirse en justificaciones para el desmadre. Las cifras, como lo indica un reportaje que publica hoy El Comercio, son contundentes: la positividad en Lima pasó de 4,3% en la última semana de noviembre a 13,4% en la última de diciembre. En el Callao el cambio fue de 10,8% a 21,6%, según el Instituto Nacional de Salud.

Los contagios subieron en 31 de los 43 distritos capitalinos. La Defensoría del Pueblo informó ayer que solo quedaban 16 camas con ventilador mecánico en toda la ciudad.

El manejo de la pandemia por parte del Gobierno sigue siendo errático e insensible. Sin embargo, es absurdo negar la responsabilidad que nos compete a cada uno. En las calles es cada vez más común ver personas sin mascarillas o quebrando las normas de distanciamiento social. Las fiestas Covid no cesan e incluso los candidatos presidenciales organizan reuniones y paseos callejeros sin importarles que estos generen aglomeraciones.

La vacuna –que aún no sabemos cuándo llegará- no asegura el fin inmediato de la crisis porque su aplicación requiere un nivel de abastecimiento y organización difícil de afrontar por cualquier país (en el Reino Unido la situación se ha salido de control).

El combate al COVID-19 durará mucho tiempo aún y no podemos darle ventajas. La única manera de mantenerlo a raya es la que todos conocemos: mascarillas, lavado de manos y distancia social. Las recetas mágicas que pregonan los charlatanes en las redes no sirven. Sea responsable. Al menos hágalo por su familia y usted.

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