Repetto recibió la distinción Personalidad Meritoria de la Cultura, entregada por el Mincul, por su destacada labor en la preservación de las tradiciones culturales.
Repetto recibió la distinción Personalidad Meritoria de la Cultura, entregada por el Mincul, por su destacada labor en la preservación de las tradiciones culturales.
Juan Diego Rodriguez Bazalar

Cuando Luis Repetto cumplió 60 años, se tomó tres días para celebrar. Se sabía vital y se jactaba de tener una salud proverbial, porque a esa edad no es cosa de juego bailar siete marineras seguidas. Desde entonces ya vislumbraba su futuro y aseguraba que su vida cambiaría la medianoche del 4 de agosto del 2018, cuando al cumplir 65, renunciaría a la dirección del Museo de Artes y Tradiciones del Instituto Riva-Agüero. “Me toca cambiar el chip”, aseveró en una entrevista. Leer, escribir un libro e ir al gimnasio serían sus nuevas tareas.

Pero así como Repetto jamás perdió la vitalidad, tampoco se alejó ni del cargo ni de la casona colonial ubicada en el jirón Camaná, a la que siempre consideró su segundo hogar. Quizá muy en el fondo sabía que su mente enciclopédica, que sus conocimientos sobre el Perú y sus rincones, y sus ganas (muchas veces tozudas) de mostrar y sacar adelante la cultura nacional, seguían siendo necesarios.

Lo que no pudo hacer el hombre, lo hizo una pandemia: en los últimos meses, Repetto se tuvo que alejar de su centro de trabajo. La crisis mundial, incluso, lo obligó a comprarse un celular, dispositivo que siempre se negó a usar porque confiaba más en su memoria y en su vieja libreta de contactos. “Lo tuve que hacer para estar pendiente de mi mamá, que ya es una señora mayor”, confesó. Lejos del resguardo de los cientos de libros y documentos que apilaba en el segundo piso de Riva-Agüero, y en medio de sus caminatas de 10 kilómetros para visitar y cuidar a su madre, Repetto fue alcanzado por el coronavirus. Y ayer Lucho pasó a mejor vida.

—Misión de vida—

Repetto fue parte de la promoción XXIV del colegio Leoncio Prado, institución a la que siempre le guardó mucho cariño (de hecho, sería su gestión la que sacaría adelante la reinauguración de su museo). Ni bien terminó la escuela, quiso seguir el camino de la antropología y la etnografía, sus verdaderas vocaciones, aunque terminó por cursar la carrera de Administración. En una entrevista, él señaló que no quería ser tildado de hippie, y que por eso optó por esa carrera, pero que en paralelo a sus estudios conoció el instituto Riva-Agüero.

Allí supo qué era la museografía, rama que lo llevó a México a seguir una maestría, y esta después hizo que inaugurara el Museo de la Electricidad de Barranco y, eventualmente, a dirigir Riva-Agüero. También ocupó la presidencia del Comité Peruano del Consejo Internacional de Museos (ICOM-Perú) y la Red Peruana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales.

Y si bien Repetto solía alzar la voz para defender el patrimonio del Centro Histórico de Lima –cuya salud le preocupaba por los constantes incendios–, también se esforzó por su difusión (ahí está el programa “Museos, puertas abiertas” de TV Perú) y jamás dejó de reflexionar sobre el futuro de los museos. De esto último habló en una reciente conferencia virtual organizada por el Centro Cultural de la PUCP, en mayo (a razón del mes mundial de los museos), titulada “¿Son los museos experiencias instagrameables?”. Allí se animó a vislumbrar el futuro cercano: “Aquí es impensable que los museos puedan abrir este año, tal vez se abran primero los sitios arqueológicos, que por el distanciamiento sean más fáciles de visitar, y algunos museos que son muy grandes, como el Metropolitano o el MALI”.

—Amor por los rituales—

En una de las últimas entrevistas que Repetto concedió a El Comercio, habló sobre el ‘coffin dance’, un viral de Internet. Cuando vio a los ‘pallbearers’ (cargadores de ataúdes) de Ghana hacer su ritual de entierro, se le vino a la mente lo que vivió en Venezuela. “Yo estuve en el cementerio central de Caracas y presencié el entierro de un malandro. Llegaron unos camiones, otros entraban con sus motocicletas, y otros cargaban el féretro mientras bailaban salsa, cumbia”, señaló.

Porque a Repetto le interesaban los rituales, y le fascinaba la idea de cómo la actual pandemia estaba cambiando la mirada y la relación que el mundo tenía con la muerte. “¿Qué pasa en Italia y España? ¿Qué significa una fosa común? ¿Cómo la pérdida del velatorio, del duelo, de la despedida, afecta a las familias y amigos? ¿Cómo se están modificando los patrones?”, reflexionaba.

Le interesaba, quizá, porque por muchos años él tuvo claro cómo quería que lo despidieran de este mundo: que lo velaran en la casa Riva-Agüero con músicos y pétalos de flores cayendo desde el balcón; que sus restos fueran incinerados y puestos en una olla de barro, para que su amigo Miguel Rubio los llevara al río Apurímac y los echara desde el puente Huallpachaca, en Cusco. Esperemos que, aun con la difícil situación que atraviesa el mundo, alguno de estos deseos se pueda cumplir.

ÉDGAR SABA LO RECUERDA:Lucho Repetto me ayudó a crear el Centro Cultural de la PUPC. Si bien él llegó como coordinador de las galerías, poco a poco se fue convirtiendo en pieza clave de la institución. Fue, incluso, fundamental en el Festival de Cine, porque se encargó de gestionar todas las visitas de los extranjeros. Él es, porque para mí no ha muerto, la persona más conocida en el Perú. Recuerdo cuando fuimos a Piura junto a Mario Vargas Llosa, y la gente lo saludaba a él. Creo que su gran aporte al Perú es, a través del folclor, haber reunido a tanta gente y artistas de diferentes partes del mundo. Él me enseñó a amar el arte peruano”.

Alejandro Neyra, ministro de Cultura, dijo: “Dio toda su vida por la cultura, seguramente será un modelo a seguir de todos los que estamos comprometidos con la cultura peruana”.

Édgar Saba trabajó junto a Repetto en el CC PUCP. (Piko Tamashiro/Perú21).
Édgar Saba trabajó junto a Repetto en el CC PUCP. (Piko Tamashiro/Perú21).

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