En 1984 Federico García Hurtado, uno de los más prolíficos realizadores del cine peruano, llevó a la pantalla grande “Túpac Amaru”, filme inspirado en la vida de José Gabriel Condorcanqui, líder revolucionario del siglo XVIII que encabezó la más formidable revolución indígena de la época colonial; en protesta por el maltrato que recibían los indios por parte de los corregidores.
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El largometraje que rescató nuestra identidad en el cine tuvo como protagonista a Reynaldo Arenas. Interpretar a Túpac Amaru II solidificó la carrera del actor nacional y lo acercó a sus raíces indígenas. “Esta película me hizo tomar conciencia de mi condición de hombre peruano y de mi compromiso con la sociedad, pues hasta los años 70 estuve totalmente envuelto en las culturas occidental y europea. Lo más valioso que me dejó ‘Túpac Amaru’ fue reconocer que pertenezco a los Andes”, destaca el actor.
Entrega y sacrificio
Arenas Horna estaba desempleado y resignado a dejar relegada su faceta artística cuando Pablo Fernández, uno de sus maestros de la Escuela Superior de Arte Dramático, lo instó a presentarse al cásting de “Túpac Amaru".
“Cuando me quedé sin empleo, abrí una pequeña dulcería en la avenida Brasil, y un día aparece un profesor que me quería mucho, y me dice: ‘El chico García va a filmar una película, una coproducción con Cuba, y está buscando actores de raza indígena. Preséntate al cásting, estoy seguro que puedes conseguir un buen papel'. En ese tiempo no quería saber nada de la actuación, así que me negué. Pero él insistió y fue tanta su insistencia que llevé mis papeles al cásting, sin éxito", recuerda el actor nacional.
Fines de 1981. La primera vez que Reynaldo Arenas se presentó ante Federico García, pesaba 60 kilos, era un tipo esmirriado y tenía el cabello corto. “Pablo me dijo que necesitaba subir de peso y formarme el cuerpo, así que empezamos el cambio. Comencé a entrenar de lunes a sábado en el gimnasio -desde las 5:30 a.m. hasta las 6:30 a.m.- y por las tardes iba a la Universidad San Marcos a estudiar historia, a conversar con historiadores. También aprendí a montar caballo. Eso hice durante diez meses”, relata.
“Y un día viernes, a las 11 de mañana, me presenté por segunda vez al cásting. Mi cambio físico era notorio: tenía músculos, pesaba 85 kilos y mi cabello me llegaba casi a la cintura. Era el Túpac Amaru que estaban buscando. Recuerdo que un cubano, que era director de fotografía, no pudo ocultar su sorpresa al verme. Me dijo que esperara y se fue a llamar a sus compañeros. También a Federico García. Me hicieron unas pruebas y una semana después, me dieron el papel”, añade.
Construcción del personaje
Ante la evidente carencia de material fotográfico de Túpac Amaru, Reynaldo Arenas construyó su personaje en base a la información que recibió de historiadores y a la pintura de Milner Cajahuaringa. “El hermoso boceto de Cajahuaringa me inspiró porque reflejaba la psicología y el temperamento de Túpac Amaru II. Nos sirvió para crear los rasgos andinos”, indicó.
Rodaje
“Túpac Amaru” se realizó bajo la modalidad de coproducción con el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos – ICAIC, y contó con la participación de organizaciones agrarias y urbanas de la ciudad del Cusco. Asimismo participaron -mediante convenio- las comunidades indígenas de las provincias altas del Cusco, como Tungasuca, Surimana y Tinta.
Este clásico del cine peruano, ambientado en 1780, se grabó entre Lima y Cusco. Participaron actores peruanos, en su mayoría cusqueños, y cubanos. Según detalla Reynaldo Arenas, para las escenas en el campo de batalla, la producción convocó a más de 25 mil extras.
“Algunas escenas se grabaron en el Centro de Lima, en la Casa de Osambela, una casona muy linda. Tratábamos de filmar temprano, de 3 a 6 de la mañana, para evitar el ruido, los claxon. Y cuando salíamos a exteriores había que suplicar a la gente que retiren las antenas de sus televisores, que saquen los letreros de publicidad o algo que no tenga que ver con la época. En Cusco se pidió a través de una emisora radial que, por favor, desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde se abstengan de tocar claxon, porque se estaba filmando una película muy importante para el Cusco. Lamentablemente no todos hacían caso", recuerda el actor.
“Para la concentración de las grandes masas indígenas, la producción se puso en contacto con Néstor Guevara, un líder campesino que tenía gran llegada a comunidades indígenas. Ese señor hizo un trabajo de hormiga, durante ocho meses fue de casa en casa diciendo que se requería 25 mil personas porque de tal fecha y en tal lugar se iba a filmar una película. Fue un despliegue impresionante”, recuerda Arenas.
Lamentable episodio
Durante el rodaje de la batalla, en el Cusco, ocurrió una tragedia. Un hombre de 60 años murió tras caer del caballo de forma accidental. “Ese día llegaron a las cinco de la mañana más de 25 mil jinetes, y la filmación empezó dos horas después. La grabación se extendió hasta las tres de la tarde y, en ese tiempo, hubo batallas donde los caballos galopaban. En esa cabalgata se cayó un señor y fue rápidamente arrasado por todos los caballos. El señor murió. Fico no sabía qué hacer, se agarraba la cabeza, estaba desesperado; pero los campesinos le dijeron que no se preocupara porque lo que había ocurrido era un pago que pide la Pachamama, que no va a haber ninguna denuncia policial y que al señor lo iban a llevar a su comunidad para que descanse en paz”, narra Arenas.
El rodaje duró cerca de un año, debido a complicaciones con el presupuesto y hechos fortuitos. “Tuvimos varios obstáculos, pero nunca nos rendimos, la película se pudo hacer porque todos pusimos el hombro. Incluso recibimos amenazas, muchos estuvieron presos en la cárcel de Cusco acusados de revolucionarios. Decían que para hacer esta película teníamos el apoyo del MRTA y de Sendero Luminoso. Por supuesto, al final, se convencieron de que no había nada oscuro, nada que vaya contra la ley. Simplemente era una película documentada en hechos que ocurrieron”, remarca el actor.
“Túpac Amaru” fue considerada como una de las diez películas más representativas del cine latinoamericano, durante el Festival de Tokio de 1986. Obtuvo premios y menciones en numerosos festivales de cine como el de La Habana, Bogotá, Pionyang, Londres, Quito, Tokio, entre otros. Tras su estreno en Lima, el 27 de septiembre de 1984, permaneció tres meses en cartelera.
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