Las ciudades han sido construidas, en buena medida, por la literatura. Aunque Lima no es una excepción, su caso resulta particular. Al menos, eso es lo que sugiere Jorge Eduardo Benavides, autor peruano radicado en España, quien participará esta noche en el primero de los “Cafés Culturales” que organiza el suplemento El Dominical de este Diario para la FIL Lima. Junto a él estarán los escritores Abelardo Sánchez León y Francisco Ángeles. El tema de discusión será “Narrar Lima: 3 generaciones”.
Llevas muchos años viviendo en España, pero Lima sigue siendo el escenario de tus narraciones. ¿Cómo funciona esta relación con la ciudad?
Yo me fui a vivir a España cuando tenía 26 años. Ahora tengo 50, así que he pasado casi la mitad de mi vida allá. Lo que pasa con Lima es que es una ciudad sujeta a muchos cambios, cambios radicales que se han dado en muy poco tiempo. Por eso, uno narra una Lima que se ha vuelto borrosa, remota.
La ciudad de tus libros es, en esencia, la Lima de los años 80.
En “El año que rompí contigo” (que es una novela muy limeña, por cierto), hablo de Lima como la “capital de la desesperanza”. Piensa que hablo de un contexto que era terrible: atentados, bombas, tráfico (aunque no tanto como ahora) y muchísimas huelgas. Era una ciudad en guerra, en la que la gente estaba acostumbrada a convivir con la violencia. Además, al desánimo general que reinaba entonces hay que sumar la inflación y la crisis económica para entender la mentalidad que la gente tenía en la época.
¿Dirías que eso ha cambiado mucho?
Muchísimo. Los cambios se notan aún más cuando vives en Europa. Allá las ciudades son siempre las mismas y hay barrios que casi no han cambiado en 400 años. Pero aquí cada generación vive en una ciudad distinta.
Poco queda, por ejemplo, de la Lima que Vargas Llosa describe en “La ciudad y los perros”.
Es un buen ejemplo. Cuando lees que la gente viaja en tranvía y atraviesa campos… uno creería que está leyendo sobre otra ciudad, porque en cierto modo lo es. Aquí, el espacio no es algo inalterable, lo mismo pasa con la mentalidad de las personas. La Lima que existe en mis libros no tiene nada que ver con la nueva, la de los jóvenes.
¿Cómo definirías esa nueva ciudad literaria?
Creo que ahora el limeño es, en general, más de mundo. Las redes sociales se filtran en la literatura también y eso recupera la conexión con otros sitios. Antes se reivindicaba más el espacio, pero ya no hay un ensimismamiento tan marcado. Lima, en su literatura, se ha vuelto más cosmopolita.
Por momentos, más bien, pareciera que se evita ese mirar hacia adentro, a la ciudad como tal, como si hubiera una intención de fuga constante.
Completamente. Porque el mundo de allá afuera ya no es una incógnita, sino algo cotidiano. Ahora, la gente viaja mucho más, mantiene relaciones con gente en el extranjero… Ahora, en general, Lima se ha vuelto la incógnita.
¿Y a qué crees que se pueda deber esto?
Creo que es una consecuencia natural de la velocidad a la que se vive el cambio y de las nuevas tecnologías. No exagero si te digo que la Lima de los 80 se parece más a la de los 50 que a la de los 90. Hasta a mí me pasa que, cuando vengo a Lima, hay muchos lugares que no reconozco, sobre todo en los conos y en los distritos que han crecido mucho en los últimos años. ¡Y mira que te lo dice alguien que ha sido taxista!
¿Cuándo fuiste taxista?
En los años 80, precisamente. Cuando era estudiante. Como no había mucha plata, pero tenía un auto, le ponía su sticker de taxi y salía a recorrer las calles. Conocía muy bien la ciudad y ahora hay veces que no la reconozco. Ha cambiado muchísimo.
Es una ciudad que no se renueva, digamos, sino que se desintegra.
Exacto. No es como otras ciudades, donde se respeta mucho el espacio histórico. Con lo real se desintegra también lo imaginario; por eso, hay escenarios de novelas situadas en Lima que se han vuelto irreconocibles, como el tranvía de Vargas Llosa. Parecen fotografías en blanco y negro.
La conversación en la que tomarás parte en la FIL tratará de narrar Lima desde tres generaciones. Ya hemos hablado de dos versiones de la ciudad. ¿Qué hay de la tercera, la de la generación anterior a ti?
Es una Lima muy distinta también. Más pacífica, más provinciana, más ensimismada. También la agitan cuestiones violentas o difíciles, pero la mirada del ciudadano es más plácida. También es una ciudad que llega a un punto álgido con la entrada de los años 80, cuando toca el tema del conflicto y la desintegración del orden anterior. Allí es donde empieza mi ciudad.
En esa charla participará Abelardo Sánchez León, a quien se rendirá un homenaje en la FIL Lima de este año.
Eso es algo que me parece muy bien. En primer lugar, porque creo que es importante homenajear a los vivos, no solo esperar a que se mueran. Asimismo, porque ‘Balo’ es un gran escritor, de una mirada particular y muy sensible, pero que por alguna razón se ha mantenido en un perfil más bajo del que su talento se merece.