RUDY JORDÁN ESPEJO
Esta es la última noche en la que Rubén Blades dará un concierto de salsa en el Perú. El sonero panameño quiere ser presidente de su país y ha anunciado su pronto retiro de los escenarios. El recital está a punto de comenzar y la consabida noticia de que “todo tiene su final”, incluso su brillante carrera musical, despierta en los seis mil asistentes al Gran Estelar de la Feria del Hogar esa emoción ambigua de tristeza y expectativa que conlleva toda despedida.
Pero la suya no puede ser una despedida triste sino festiva. Tiene que haber un homenajeado, en este caso Héctor Lavoe es el afortunado. Así que como el cantante de los cantantes decía: “no hay tiempo pa’ la tristeza vamos cantante comienza”. Su amigo Luis Delgado Aparicio “Saravá” es el primero en salir al estrado: “...Tengo el enorme privilegio de presentar a mi hermano, quien es hoy en día el número uno...”.
Suenan las inconfundibles trompetas de los Seis del Solar y el estribillo de Camaleón. Con su típico traje negro, lentes oscuros y su sombrero salsero Rubén Blades empieza su pregón:
...Qué es lo que pasa Camaleón
cambia la envidia que me tienes
aunque tu cambies de color
yo siempre sé por dónde vienes...
El mitin de la salsa
El poeta de la salsa tiene 66 años y agita las maracas pintadas con la bandera de Panamá como si fueran parte de su cuerpo. Su contagioso ritmo y sus letras profundas tienen el notable efecto de hacer vibrar los huesos y poner, a la par, a los cerebros a pensar. Su dominio escénico hacen del recital una clase magistral. Es su despedida y quizás por eso no tiene nada que guardar. Apenas a la segunda canción, lanza su clásico Decisiones. Se entrega y el público chirria de alegría con el coro sublime de aquella melodía que puede durar toda la vida. “La entrada está pagada”, dice alguien con justicia.
...Decisiones
cada día
alguien pierde alguien gana ave maría.
Decisiones
todo cuesta
salgan y hagan sus apuestas
ciudadanía...
En 1984 Rubén Blades había subido ya al escenario de la Feria del Hogar. Tenía el pelo negro, bigote y varios kilos menos. Era la época dorada de la salsa y los mejores soneros tocaban en el Gran Estelar. Han pasado treinta años y aunque sus canciones siempre se distinguieron por su tono social y su mensaje de libertad, esta vez Prohibido Olvidar (dedicada a la memoria), el Padre Antonio y el Monaguillo, Amor y Control (dedicada a su madre enferma) trascienden la música y adquieren un color decididamente político y social. En el interín de cada canción Blades invita a la reflexión, mueve el dedo índice con energía. Parece que estuviera ya en un mitin, parece que su campaña política rumbo a la presidencia de Panamá hubiera comenzado ya.
Homenaje al Perú
Todos vuelven a la tierra en que nacieron
al embrujo incomparable de su sol
(Todos Vuelven, álbum Buscando América).
Todos vuelven, la composición del poeta peruano César Miró que Rubén Blades hizo canción, y que además da título a su gira, es para él un tema obligado desde hace treinta años. Pero Miró no es el único a quien Blades rinde homenaje: Óscar Áviles, Arturo Zambo Cavero y el recientemente fallecido Rafael Santa Cruz, tienen también su espacio en el concierto.
Como lo anunció en la conferencia de prensa, suena el Cantante para revivir a Héctor Lavoe. Dedica también un estribillo a su querida Alianza Lima, luego suena Maestra Vida y su inolvidable Pedro Navaja. El sonero ensaya un falso final y regresa para cantar Muévete y dejar al público pensando en un regreso que es por ahora imposible. Sin embargo, como él dice, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Y si no regresa a cantar a Lima, de algún modo aquí vivirá siempre porque, dice él con maestría, “solo se muere cuando se olvida”.