Hace tres años, Raphael lanzó "Sinphónico", disco con el que asegura que la 'espinita' de poder dar un paso hacia adelante se le quedó incrustada. Agregar la música electrónica a sus temas interpretados con una orquesta sinfónica fue la solución. Así nace "RESinphónico", álbum que recopila sus éxitos musicales reversionados entre estos dos formatos. A sus 75 años, el cantante busca sonar tan clásico como contemporáneo. Sobre esta placa, conversamos con él por vía telefónica.
— Evolución es un término que usa para describir este disco. ¿Por qué esa necesidad de cambio constante?
Lo que yo trato es llenarme de cosas buenas. Me encanta. Soy una persona a la que no le gustan los cambios, pero sí el aprender cada día. Siempre estoy reinventándome para poder complacer al público y también a mí mismo. Esta unión de la sinfónica con la electrónica es una maravilla. [...] Necesitaba canciones importantes. No cancioncitas como estas que se hacen ahora, que son un poquito de usar y tirar. Que contaran mi historia y que también puedan competir con la orquesta sinfónica y la música electrónica a la vez. Necesitaba canciones grandes y, afortunadamente, tengo muchas.
— ¿Esta mezcla peculiar entre la sinfónica y la música electrónica ha despertado sus ganas de probar otro género?
Me gustaría hacer muchas cosas, pero van saliendo solas. Ahora tengo toda mi energía puesta en esto, pero cuando se me haya pasado y haya hecho una gira a nivel mundial, pues seguro que mi cabeza dará una vuelta para intentar hacer otra cosa.
— Menciona que en la actualidad hay canciones de "usar y tirar". ¿Se puede comparar el estado actual de la música con el de otras décadas?
Ni los 70 con los 80, ni los 90 con los 2000. Cada época tiene su cosa. Los cantantes de hoy usan otra clase de música, más liviana. Son canciones que duran menos. Sobre todo, no entran en el corazón de la gente, no las cantan y tampoco se emocionan. No digo que esté mal, porque hay gustos para todos, pero naturalmente me quedo con la música de la cual estoy enamorado, que es la mía.
— Los artistas de su generación suelen decir que la verdadera esencia de la música se perdió.
Que se ha perdido, no. Digamos que está adormecida, esperando los acontecimientos y que, en cualquier momento, saldrá a la luz de nuevo porque a la gente le hace falta esa buena música.
—¿Y el 'streaming'? ¿Qué opina de las nuevas plataformas de difusión musical?
Eso sí, y la forma de decir las cosas también. El vocabulario se va cambiando, aunque quieran decir lo mismo.
— ¿Qué tan cierto es que una vez que lanza un disco no vuelve a escucharlo para evitar encontrar fallas?
[Risas] Esa es ya una manía mía. Cuando yo he hecho una cosa, la he dado por aceptable y la fabrican. Luego, lo que ya he hecho lo escucho con un oído tan crítico que solo oigo defectos [risas].
— Es su más grande crítico.
Totalmente. Soy muy crítico. Puedo poner al público de pie 20 veces y salir del escenario creyendo que podría haber hecho algo mejor. Pero creo que es bueno, eh. Eso es positivo. […] No creerme eso de que he hecho la maravilla de las maravillas. Siempre estoy aprendiendo.
— Contó que desde que se sometió al trasplante de hígado se siente como alguien nuevo. ¿Tiene alguna preocupación pendiente por cantar en sus letras?
Veo todo, en general, de otra manera. Es que estoy fenomenal de salud. Y la voz está impresionante, entonces veo las cosas con mucho más optimismo que antes. […] Creo que en mi música iré haciendo lo que crea que en ese momento es conveniente para mí. Naturalmente, los gustos van cambiando y evolucionando.
— Sus letras hablan de historias de amor y experiencias personales. ¿Nunca pensó incluir temas políticos?
No intervengo en cosas políticas porque es un tema muy delicado y cada uno piensa de una manera. Hay que respetar a todo el que piense de otra forma. Por eso no doy mis opiniones políticas, que las tengo, pero no las digo en público. Un artista debe saber respetar cómo es cada persona de su público, cada uno es un mundo diferente.