FRANCISCO MELGAR WONG
Durante los tres primeros años de la década del 80 Prince se presentó a sí mismo como un artista del funk, como un ‘auteur’ del R&B, una máquina de ritmos bailables capaz de retar y darle batalla a los señores de la música disco. De arranque, sus discos de esa época (“Dirty Mind”, “Controversy” y “1999”) fueron una declaración de principios en tres partes cuyo argumento maestro fue baila (y haz el amor) antes de que el mundo se acabe.
Paro había dos rasgos que diferenciaban a Prince de sus colegas de entonces (llámese Donna Summer, Rick James o Kool & the Gang). En primer lugar, Prince se presentaba como un ‘outsider’, en el mundo de la música negra. En cierta forma, Prince fue para el R&B lo que Johnny Rotten había sido para el rock clásico: un agente provocador que cambió las reglas del juego tal como eran conocidas hasta entonces. En lugar de aspirar al trono, Prince se retiró a una esquina y espero que el reino se reordenara alrededor de él.
La segunda diferencia es que Prince se consideraba un artista de la música (y en esto se diferenciaba de Rotten) y cada disco que editó en esos años se moldeó bajo la influencia de álbumes clásicos, obras maestras que podían ir desde “Sargeant Pepper” y “What´s Going On” hasta el “Metal Box” de PIL.
Entonces, en 1984, luego de que Michael Jackson abriera las puertas de MTV y la FM para la música negra con aspiraciones de pop universal, Prince decidió dar el siguiente paso: convertirse en una superestrella del pop sin perder un gramo de su provocadora personalidad. La estrategia (como el buen Michael ya nos había enseñado) tenía que ser audiovisual. Por un lado, una película (que es una obra maestra dentro de su propio género) y por otro, a banda sonora de esta, es decir, el disco que hoy conocemos como “Purple Rain”.
Puesto a la venta el 25 de junio de 1984, “Purple Rain fue el triunfo comercial de Prince, vendiendo hasta el día de hoy más de 20 millones de copias alrededor del mundo.
La música que Prince hizo en este disco representó un viraje en relación a los discos que había editado hasta el momento. En lugar de darle el papel protagonista al funk, su base rítmica en esta ocasión fue el rock, ya sea en formato de balada o en su modalidad más agresiva y veloz. Las guitarras también tuvieron un lugar central, con riffs y punteos que bebían tanto de los Rolling Stones como de Jimi Hendrix. Hasta llegaron a aparecer solos de teclado que tenían algo de rock progresivo, algo de Bach.
En contraste con los discos anteriores de Prince, las canciones de “Purple Rain” no apuntaban a la pista de baile y a tu entrepierna, sino a tu cerebro y tu corazón. De hecho, la mezcla tan fue explosiva que David Bowie (sí, David Bowie, no Rick James ni James Brown) señaló: “los setenta fueron míos pero los ochenta le pertenecen a Prince.” Y así fue. Desde entonces nada es igual para la música pop.