“Estoy feliz y agradecido porque estoy tocando con músicos admirados por mí”, nos cuenta Vilchez Huamán en la entrevista. Foto: Evelyn Merino/ Difusión.
“Estoy feliz y agradecido porque estoy tocando con músicos admirados por mí”, nos cuenta Vilchez Huamán en la entrevista. Foto: Evelyn Merino/ Difusión.
/ evelyn merino r

Inventé un hogar al andar/ intenté salir al entrar/ pero al pernoctar entendí/ que estar en ti es mi hogar/ Arquitecta tú/ de este amor nuclear/cada amanecer/reafirma que estar/ en ti es mi hogar, canta Ricardo Wiesse Hamann, “”, en el primer tema del álbum, inspirado por el nacimiento de su hija Micaela hace casi año y medio. Hijo de artistas –el pintor Ricardo Wiesse Rebagliati y la escultora Johanna Hamann–, ha sabido refugiarse en el arte para paliar los difíciles días que ha dejado a su paso la pandemia.

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“Jardín de Pulpos”, la segunda producción de su proyecto personal Vílchez Huamán, es un álbum que no deja de lado las letras reflexivas, irónicas y de crítica social que caracterizan el trabajo de La Mente, pero agregándole otros matices musicales, más diversos, que exploran territorios más apropiados para las emociones y el feeling que muestran las canciones de este disco, que ha sido producido por el también músico Henry Ueunten y ha tenido a Brian Pezo como responsable de la grabación y la mezcla.

Estoy feliz y agradecido porque estoy tocando con músicos admirados por mí”, nos cuenta Wiesse. "He armado una especie de “dream team” personal, más allá del aspecto humano y de lo cercanos que son todos, como amigos y en el aspecto musical también. En verdad le agradezco a mi trayectoria eso, básicamente, haber hecho ese tipo de amistades y de puentes para tocar con gente de tanta calidad". La banda de Vílchez Huamán está integrada por Telmo Jáuregui (bajo); Hernando Suárez (guitarra); Miguel Ginocchio (teclado); Martín del Prado (teclado); Luis Espinoza (batería). “Aún queremos pulsear cómo serán las siguientes presentaciones vía streaming. Tenemos ofertas para diciembre. Está bien la versión en estudio y poder tocarlas online, pero tocar en vivo es otra humanidad”, dice el artista. Precisamente, sobre música y humanidad giró esta conversación.

Al componer, ¿Cómo sabes cuándo un tema es para Vílchez Huamán, La Mente o Suda? ¿Cómo identificas el distinto feeling?

Hay canciones que están, desde sus génesis, contempladas hacia uno u otro proyecto, pero cuando llega algún tipo de tema, siempre intuitivamente hay algo que te induce a llevar las canciones hacia determinados proyectos. También salen por temporadas, cuando tienes la energía más canalizada hacia algo determinado o metida más en un proyecto que en otro.

En este tiempo, ha habido mucha tristeza alrededor de todos, pero tú has pasado también, recientemente, por luto familiar, ¿Todo esto te ha puesto en un estado de introspección distinto para crear este disco?

Sí, es verdad. De hecho que ha sido una temporada bastante radical. Han sido unos meses bastante difíciles, cumpliríamos un año en marzo con esto. Es un período loco, en el que la gente, más allá del peligro latente de contraer el virus, ha reflexionado masivamente acerca de muchas cosas en torno a sus estilos de vida o los ritmos tan frenéticos de las cosas. Es un mundo AP y DP: Antes de la Pandemia y Después de la Pandemia. La gente se ha replanteado sus vínculos, muchos se han “renucleado” con sus familias, eso puede haber sido muy positivo también, porque nos ha invitado a muchos a la reflexión, a darnos cuenta qué tan distantes estamos de lo esencial.

Además de la reflexión, debe haber muchos proyectos que se quedaron pendientes…

Sí, ha habido mucha reflexión, también, en relación a los proyectos que tengo en camino. Es diferente con cada uno, porque La Mente, por ejemplo, es una banda cuya máxima expresión es tocar en vivo y, mientras no se haga, la cosa está un poco entre paréntesis, viendo qué va a pasar. Con Huamán ya veníamos con la energía de sacar este disco y de poder seguir como un proyecto emergente y subsistir en torno a los planes pactados. Este 2020 era un año muy interesante. Se venía un nuevo disco de La Mente, era un año bastante productivo, con viajes, con muchas cosas, pero hay que verle lo bueno, no queda otra. He podido sortear eso con Jardín de pulpos.

¿Ya tenías listas las canciones antes de la cuarentena? Porque varias letras parecen escritas en estos días…

Sí. Las canciones de este disco se han comenzado a grabar a fines del 2018, inicios del 2019 y es verdad que se ha terminado de mezclar canciones y masterizar el disco ya en cuarentena. Es más, se han quedado afuera canciones que no se han podido meter porque faltaban cosas muy sustanciales para grabarlas. De hecho, hicimos como un pequeño documental de presentación de Jardín de Pulpos –que puede verse en YouTube- como para “suplir” un poco las presentaciones en vivo. Los primeros meses no se sabía qué iba a pasar, decían dos semanas, después dos meses. Nadie imaginó que llegáramos hasta aquí y siguiéramos en lo mismo. Pero no hay que bajar la guardia, hay que seguir siendo cautos. Todo es complicado, pero hay que seguir trabajando, creando, produciendo y generando. Incluso hay que cambiar de rubros, a veces, para tratar de capitalizar algo.

¿Ese “cambio de rubros” es lo que muchos llamaron “reinventarse”?

Sí, aunque la palabra hastió. En el tema de la reinvención, en el rubro de música, específicamente, creo que ha girado hacia la docencia en clases virtuales, es una salida. Pero ha sido una salida solo para algunos, porque no estamos tocando en vivo y las descargas digitales cada vez pagan menos. Las regalías de Apdayc, sin presentaciones en vivo, sin restaurantes abiertos, han bajado muchísimo, está bien complicado el asunto. Yo, además, soy artista plástico, soy dibujante, he estado haciendo mis dibujos. Menos mal que he vendido unos cuantos. Además, he estado tratando de no parar, por estar con la energía de venir con un disco nuevo y de querer tocarlo. De hecho, hemos hecho conciertos streaming, pero claramente no es lo mismo, no representa lo mismo, ni tampoco es lo mismo económicamente, no es lo mismo en ningún aspecto, pero es lo que toca ahora. Hay que seguir probando formatos para ver cómo nos seguimos manteniendo durante los siguientes meses. Pensar en conciertos en vivo, por ahora, es ciencia ficción.

En este contexto, ¿cómo toma forma final un disco como Jardín de pulpos?

Es curioso, porque los discos siempre vienen cargados con su año, con su coyuntura y es bien significativo sacar un disco en este 2020, en estos meses que, de hecho, vienen repletos de muchos significados. El nombre nace en relación a un espacio físico, el jardín en la casa de mi madre en la playa Pulpos. Irónicamente, hice una letra para una canción que se llamaba así, pero nunca llegó a ser canción, no le encontré música, viró a poema y es la canción ausente del disco que, al mismo tiempo, le da el nombre. Más allá de lo literal, de la explicación, plantea muchas visiones gráficas, tentáculos, multitudes, otro lado. Yo no soy muy beatlemaníaco, por ejemplo, y luego de contarle a unos amigos cómo se llamaría el disco, alguien comento que los Beatles, por Ringo, tenían una canción llamada así, Octopus´s Garden. Yo no tenía ni idea, pero me gusta cuando los nombres están ahí, son interpretables y adquiribles para todas las necesidades. Sea para el nombre de una canción o hasta de un proyecto, me gusta que el nombre tenga la versatilidad de la interpretación propia, que signifique varias cosas desde su propio origen.

Las canciones de este disco son como testimonios cortos de estos días. Esa línea de Millennial “Si al final no hay futuro/ si no hay futuro/ no hay final”, hasta estremece…

Bueno, el proceso ha sido holgado de tiempo, muy orgánico. Lo he tratado de hacer por partes, con las propias regalías que generaba el disco anterior del mismo proyecto. Entonces, eso toma tiempo, por un tema básicamente económico, pero a la vez también porque convive con la manera creativa de culminar los procesos, les puedes dar varias vueltas, hacer varios demos. Yo soy “necio de los demos” (risas). Si llego a un sonido, me gusta que esa sea la referencia para la versión final y a veces me gusta también respetar la magia de las primeras tomas. Hay un purismo, hay una magia interpretativa, un encanto del proceso de la composición, en algunos casos. No soy un gran intérprete vocal ni un genio de la letra como para hacer siempre cosas que queden al toque, pero sí he tenido algunos momentos irrepetibles. Hay canciones que han partido de mis precarios conocimientos en teclado y en guitarra, pero en el bajo me bandeo más. De las canciones que he hecho durante este proceso pandémico, que son las del próximo proyecto Huamán, el 70 u 80% han partido de esqueletos del bajo. Estoy tocándolo todos los días y me divierte mucho. Aparte de darme el vínculo y el orden de poder estructurar temas, es muy arquitectónica la composición en el bajo, porque estás armando el cimiento rítmico.

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¿Cuál es la gran reflexión en este momento de tu carrera?

Estas épocas han sido radicales, complicadas. Creo que la gran reflexión es que ha sido como un revolcón fuerte para todos, se ha llevado proyectos. En mi caso, me he arraigado más a mis núcleos inmediatos. O a las cosas que uno en el día a día puede ir creando. A mí me agarró este proyecto con la energía de la última recta de hacer el disco, menos mal que me agarró con material para poder dibujar y he estado produciendo. No he sentido esa frustración laboral de no estar haciendo nada. Y, de hecho, sí siento constantemente la preocupación económica, porque de hecho nuestro rubro está muy golpeado en ese aspecto y no hay panorama de que eso cambie pronto. Nadie sabe nada de la vacuna en realidad, no hay vacuna ahora. Lo que se viene es un 2021 también sin conciertos. Ojalá que en el 22 se pueda ir reestructurando eso. Pero más allá de las preocupaciones económicas, creo que quienes tenemos techo y cariño somos personas privilegiadas y tenemos lo esencial en este estado de emergencia.

¿Cuál es tu expectativa con el disco en una situación que ves así de complicada?

Mira, las expectativas no son… mira, soy completamente realista y finalmente estos proyectos aguantan eso, el salir y ver qué es lo que pasa. Somos proyectos de nicho, emergentes y más allá de caer en catarsis expresivo, lo que se pretende es reivindicar el hecho de prevalecer en el oficio, desde el punto de vista artístico. Los discos ahora se lanzan a través de varias fuentes, plataformas digitales y son pocos los necios como nosotros que aun hacen ediciones físicas. Jardín de Pulpos tiene CD y se viene un vinilo, tal como hicimos con el primer disco. Es parte de la expresión del proyecto. El disco ya cumplió su misión, nosotros estamos agradecidos con él, por eso le hemos hecho una pequeña presentación documental. Nosotros estamos agradecidos con las canciones, no ellas con nosotros. El hecho de no tocar las canciones en concierto aún, siempre deja abierto el misterio sobre cómo será tocarlas en vivo.

Y el disco listo que quedó pendiente de lanzarse con La Mente, ¿Lo lanzarán en streaming?

No, no. Ese disco tiene que esperar otros tiempos. Soñamos presentarlo en vivo con la gente, con el público, es un disco para eso. Todos hemos vuelto a nuestros orígenes, a nuestros nichos, a nuestras casas y desde ahí algunos han tenido la energía para seguir, otros se han ido a otros rubros, por ahora, pero al final creo que se está dando una reorganización natural de las cosas y eso puede tomar unos meses más y hay que seguir siendo sensibles a reformatearnos en estos tiempos. Todo cambia a cada mes: la segunda ola, la inmunidad de manada, la meseta, que se cierren países de nuevo. Pero yo creo que la adversidad crea contenido. Se va a producir todo tipo de contenido sobre estos tiempos. Vamos con ese premio consuelo. Todo se ha dificultado, pero no hay que parar. Yo, por lo pronto, me quedo con esa energía. Ojalá no se me baje en los próximos meses, nomás.

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