Como cineasta, lo más gozoso de su trabajo es el momento de dirigir a los actores. Sin embargo, Joanna Lombardi sabe que ese dulce momento ocurre solo en una fracción del tiempo que implica un proyecto cinematográfico. Por el contrario, el teatro siempre le pareció el lugar donde aquella interacción florecía mucho más tiempo. "El teatro es de los actores y el cine, de los directores", le repetía su padre. Y en su debut en la dirección escénica, ella lo ha comprobado: "En el cine tú decides el plano, cortas, editas. En el teatro, en cambio, una vez hecha tu chamba, te sientas a mirar", nos cuenta.
El día en que el Centro Cultural de la Universidad Católica le ofreció la oportunidad de dirigir, no lo pensó dos veces. Buscó obras, empezó a pensar en adaptaciones fílmicas tomadas del teatro, y recordó la versión que Richard Brooks filmara en 1958 de "Una gata sobre el tejado caliente de zinc", del estadounidense Tennessee Williams.
En la obra, el matrimonio en crisis de Brick y Maggie se recluye en una de las habitaciones de la gran mansión familiar donde se celebra el cumpleaños del patriarca de la familia. Todos a su alrededor le ocultan al anciano la gravedad de la enfermedad de lo aqueja, mientras que su hijo mayor y su ambiciosa esposa buscan heredar sus bienes. Lombardi desechó grandilocuentes versiones al castellano de la obra de Williams y tradujo el texto original buscando un tono que lo aleje de cualquier desborde melodramático. En solo un acto, la obra aborda temas tan complejos como la muerte, la mentira, la represión, la ambición, la sexualidad, la tan humana necesidad de fingir para vivir en sociedad.
—No ha sido al azar la elección de los actores con los que debutas como directora teatral, pues todos ellos han actuado en tus películas. ¿Cómo consigues la complicidad con ellos para este trabajo?
Necesitaba un elenco que confiara en mí, que confiara en mi manera de hacer las cosas. Por eso están Wendy Vásquez y Rodrigo Palacios, que trabajaron conmigo en "Solos", mi segunda película. Tengo a Grapa, gran amiga, que estuvo en mi primer filme, "Casa adentro", igual que Anneliese Fiedler. Está Diego, mi hermano, quien es mi asistente de dirección, y de quien aprendo todo el tema técnico. A todo el elenco les he dicho que yo no sé hacer teatro, y que seguramente no iba a hablarles con el lenguaje de un director teatral. Pero creo tener el criterio para darme cuenta de qué funciona o no. Y ellos me ayudan.
—Está además Gustavo Bueno, el actor fetiche de la familia Lombardi...
¡Gustavo es tan bueno! [ríe]. En la primera lectura de la obra nos impresionó a todos por su presencia. Le crees todo lo que dice. No le gusta hacer mucho teatro, y tuve que convencerlo a través de mi papá. De hecho, después supe que él amaba la película de Richard Brooks y que siempre quiso hacer el personaje del padre.
—¿Cómo te acercas al texto original de Williams?
Es impresionante cómo puedes detenerte en cada palabra para buscar su intención. Hemos intentado desenmarañar el texto, desmontarlo en mil pedazos. Básicamente, lo que he querido hacer es alejarme del tono melodramático de otras propuestas, alejarme del melodrama.
—¿Cómo hacerlo?
Para empezar, el melodrama lleva al actor a sumir el papel de víctima. Pero si intentas cambiar de lugar, si lo dices de otra manera, la escena, la construcción del personaje y la reacción de los otros cambian completamente. ¡Yo no quiero que sufran, ni que se exalten demasiado!
—¿Cómo abordas el tema de la belleza y el deseo, tan presentes desde el inicio de la obra?
Cuando empezamos a trabajar, les dije a Wendy Vásquez y a Rodrigo Palacios que lo primero que debíamos conseguir era tensión sexual. Construirlo a pesar de que pasara nada, de que el deseo del personaje no se llegue a consumar. En el cine, una de las cosas más difíciles de filmar es la tensión sexual. Tenemos que pensar qué elementos de la corporalidad debemos trabajar en la escena para construir la sensualidad.
—La obra nos habla fundamentalmente de la mentira. Un tema ideal para el medio local, donde la corrupción es tema recurrente...
La corrupción empieza en el núcleo familiar. Se dice que la familia en esta obra es un grupo disfuncional, pero a mí me parece una familia supercomún. Tan acostumbrados estamos en el Perú a no decir las cosas, a no ser directos, que la normalización de la mentira en la familia se extiende a todos los demás aspectos de tu vida. Si te miente tu hijo o tu madre, ¿por qué no mentir tú también? La mentira se convierte así en una forma de vivir.
—Suele decirse que esta es una obra sobre la homosexualidad. ¿Lo crees?
No lo es porque no existe un protagonista. El centro está en la familia y lo que esta te cuenta. La obra trata de la mentira en todas sus formas, la envidia, la codicia. La homosexualidad es parte de la mentira de uno de ellos.
Más información
Lugar: Teatro CCPUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro).
Temporada: de jueves a lunes, 8 p.m.
Hasta el lunes 16 de julio.
Entradas: S/60 y S/25.